–¿Te apetece ir a pasear por el valle?
La Vehemente se levantó y salió por la puerta sin dirigirle la mirada al chico. El Poeta reconoció la Discordia en la actitud de la joven y supo que empezaban a formarse nubarrones de tormenta. Siguió a la joven, quien salió de casa sin ni siquiera despedirse dirigiendose rápidamente a un lugar alejado, seguramente, para evitar que sus padres escuchasen la discusión que se avecinaba. La Vehemente se detuvo con los brazos cruzados, la mirada perdida en el horizonte y la cara de perro, estaba claro que era él quien debía empezar la conversación.
–¿Te ocurre algo?
–Ahora sí que te preocupas por mí ¿no? Tienes remordimientos ¿verdad? Llegas tarde, paso de ti. No quiero saber nada. Por suerte, voy a aceptar la propuesta de mis padres de irme a un campamento de inglés este verano, así que, con un poco de suerte no volveré a verte.– las palabras atravesaron el corazón del Poeta como si fuesen dagas al rojo vivo. El Poeta había olvidado su conversación con Discordia, pero el dolor, propiciado por las palabras de la Vehemente, avivaban en el corazón del chico recuerdos de Discordia.
–Yo solo me preocupo por ti, tú solo te preocupabas por mí cuando a ti te interesaba y eso no es así.– el tono del Poeta era calmado y tranquilo, su propósito era hacer las paces, aunque un resquicio de Discordia hablaba por él.
–Ya sabía yo que era por eso, pero lo de no preocuparme por la gente lo hago contigo y con todo el mundo, soy así.
–Lo se y no es mi intención cambiarte, solo quiero que volvamos a ser amigos, que vuelva el buen royo, pero veo que por tu parte va a ser imposible.
–Me das asco, vas de bueno y sincero y luego te callas como una puta y pasas de mí. ¿Cómo crees que me siento cuando pasas de mí de esa manera?
–No se, te sentirás como me sentía yo cuando me tratabas como si fuese un mendigo. De acuerdo, tal vez me haya pasado tres pueblos, pero me dejé llevar por la Discordia.
–Que no tío, quiero acabar con esto ya. De todos modos ya no nos volveremos a ver.
–Muy bien, al fin y al cabo siempre fuiste tú la que tuvo la última palabra.
–Muy bien lo que quieras.
–Yo solo quiero que todo vuelva a ser como antes.
–Pero yo no, no puedo.
–Bueno, una puta lástima que todo tenga que terminar así…– el Poeta dio media vuelta, abatido, desconsolado, era el fin…
–O no.– la respuesta de la Vehemente le sentenció, estaba claro que a la Vehemente poco le importaba ya como terminase todo, pues le había dado igual desde un principio.
–Sé que para ti no es una lástima, pocas veces pierdes algo cuando apenas arriesgas…– El Poeta se marchó, destrozado por dentro pero con la frialdad que le caracterizaba. Un romá

Continurá…
3 comentarios:
Yo, me repito: Mecagüen Discordia... por meter mierda lo que ha conseguido. Espero que las cosas se mejoren (y que Discordia tenga un leve accidentillo... lo dejo caer xD).
Un besito.
Cuenca, la historia me pareceria perfecta si no hubiera visto faltas de ortografia...Con lo bien que escribes..corrigelaas!!(Soy de letras, que quieres que haga?)
jeje, Lo siento L. pero Discordia no creo que sufra ningún accidente, las cosas darán un giro que no se si te gustarán o no. Ya anticiparé algo en mi entrada numero 100 que por cierto es la próxima y estoy preparando una entrada de recopilación. Se que es cutre, pero no se me ocurre nada mejor lo siento, lo haré lo mejor que pueda. Respecto a las faltas de ortografía hago lo que puedo,yo vengo del científico y claro aunque los científicos sean muy perfeccionistas, la literatura no es lo nuestro, hacemos lo que podemos, de todos modos gracias por la observación lo tendré en cuenta cuando pase todo, revisaré los capítulos.
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