La puerta de la vieja casa se abrió de golpe, el Poeta alzó la cabeza del sofá un poco sobresaltado. Los tres chicos tomaron asiento alrededor del Poeta, el Sincero fue el encargado de comunicar la mala noticia.
–La Vehemente se ha ido a la ciudad, dice que necesita unos cuantos días para pensar…
–Genial.– dijo el Poeta con tono irónico y una sonrisa aparentemente falsa, pero que en realidad era fruto de cualquier pensamiento estúpido y gracioso.
El Anarco siguió con el resto de la información– Lo importante ahora es que sabemos que la culpable de todo esto es la Discordia. Tenemos que hacer todo lo que esté en nuestras manos para superar los problemas que nos cree Discordia solo así lograremos ser más fuertes.
Sonó un teléfono móvil, el Ingeniero se apresuró a sacárselo del bolsillo, en la pantalla aparecía el nombre de la Vehemente.
–Dime.
–He venido a la ciudad, para alejarme un tiempo del poblado, pero quiero que sepas una cosa…Me gustas.
La Vehementes colgó el teléfono, el Ingeniero guardó su móvil sin modificar su rostro. Pensó en decir que se habían equivocado, pero si quería vencer a Discordia debía ser sincero.
–Se confirman mis sospechas. Era la Vehemente, dice que se ha ido a la ciudad para alejarse una temporada del valle y…–el Ingeniero clavó su mirada a la del Poeta– que me quiere…
El silencio tomó posesión de la sala. El Poeta volvió a sonreír, acto seguido rompió el silencio– Me alegro por ti, pido unos minutos de soledad, ahora vuelvo…–El joven se levantó del sofá y salió fuera para contemplar las estrellas.
En el interior el silencio volvió a tomar posesión, todos estaban preocupados por el Poeta. Todo parecía tornarse en su contra por momentos, pero sabían que el Poeta era un especialista en nadar contra corriente y que nunca tiraba la toalla ante nada. Ese es el poder de los soñadores, nunca se rinden, siempre luchan hasta que consiguen lo que desean. El Sincero clavó su mirada a la del Ingeniero y le preguntó:
–¿A ti te gusta laVehemente?
–Bueno ya sabéis que pienso yo del amor, para mí el amor no es más que un desajuste en la química corporal. Las hormonas se alteran, se liberan feromonas, te idiotizas…En fin, creo que desde que sospeché que su química corporal se alteraba por mí, mi cuerpo tambien empezó a alterarse con lo cual se podría decir que sí me gusta, hay química.
El Anarco no pudo evitar soltar una carcajada– Es un poco penosa tu definición de amor ¿no crees?
–Acaso la tuya es mejor, la mía está más que demostrada…– se defendió el Ingeniero.
–Por supuesto, para mí el amor es poder confiar tanto en una persona que le puedas dar toda la libertad del mundo. Si tienes a un ser querido a tu lado puedes experimentar la libertad, pues te olvidas de todo lo demás, solo estás tú y ella libres de todo lo demás, las preocupaciones, las fatigas, todo. La química importa poco si encuentras a alguien que te haga experimentar esa libertad.
–Bueno no andáis desencaminados, pero para mí el amor se basa en la sinceridad. Un amor basado en mentiras es como un castillo de arena en la orilla, puede aparentar ser muy bonito y perfecto, pero una simple ola de discordia puede destruirlo…
El silencio volvió a estar presente, una voz procedente de la puerta trasera fue la asesina del silencio esta vez:
–Por fin entro en escena. Sorprendedme...– dijo Discordia con una sonrisa de oreja a oreja. Había estado escuchando gran parte de la conversación.
–Claro eso es, nuestros conceptos de amor son diferentes, si conseguimos unirlos todos, lograremos superar el primer desafió de Discordia…
Una voz procedente de la puerta principal, evitó que se produjera el silencio:
–Mi concepto de amor es…
Continuará…
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8 jul 2009
3 jul 2009
Capítulo 17. La vuelta a la tortilla.
Discordia bajó del coche con una chulería innata, era consciente de lo que pasaría a continuación así que se fue hacia el lago sin decir nada a nadie de los presentes. Los jóvenes se despidieron de la madre de la Vehemente y se dirigieron rápidamente al lago.Al llegar se encontraron a Discordia contemplando el reflejo de la luna llena en el calmado lago. La rodearon con los brazos cruzados como quien pide a alguien explicaciones.
–Por tu culpa nuestro amigo y la Vehemente se han enfadado. ¿Por qué lo has hecho?– Dijo con voz seria el Sincero.
–Yo no he hecho nada, si se han mosqueado es porque así lo han deseado. Tenía que suceder y sucedió.
–No me vengas con esas. Sabes muy bien que avivaste el fuego, de no ser por ti todo hubiese ido bien.– dijo el Anarco un poco irritado.
Una leve sonrisa burlona por parte de la joven aumentó a un más la tensión– ¿De verdad crees que hubiese ido bien? Si hubiesen seguido como si nada hubiese pasado al final el rencor les hubiese destrozado poco a poco. Simplemente les he ayudado a cortar por lo sano.
–¿Por lo sano? Hemos perdido a una amiga y tenemos a un amigo completamente abatido. No se que entiendes tú por sano.– Refutó el Ingeniero, más calmado que el resto.
–Estáis sordos o qué… Ya os he dicho que no fui yo, ellos tomaron esa decisión yo solo les aconsejé. ¿Qué culpa tengo yo de que ellos se dejen llevar? Que asuman las consecuencias.
–Ahora mismo vas a llamar a la Vehemente y vas a decirle que todo ha sido culpa tuya.– Dijo el Anarco en suma tensión, no soportaba que dos de sus amigos estuviesen enfadados por tonterías.
Una carcajada fue la primera respuesta de la joven, la cual parecía disfrutar de aquella situación tan tensa– Definitivamente sois idiotas, me lo paso tan bien con vosotros chicos. Sucumbís con tanta facilidad a mis encantos que pensáis que podéis ganarme en mi terreno, pero os queda mucho por aprender. Nunca podréis superarme, porque soy yo quien os controla, no lo olvidéis…
El Anarco estaba decidido a darle un empujón, pero el Ingeniero le puso la mano en el pecho y lo retuvo sin mucho esfuerzo. Acto seguido, se interpuso entre el Anarco y Discordia y con voz calmada le dijo:
–Mira, no vamos a entrar en tu juego, vamos a resolver esto de la forma más correcta. Pero si piensas que te consideramos nuestra enemiga estás muy equivocada, es más quiero que nos ayudes con una cosa que tenemos entre manos. Planeamos cambiar este pueblo para hacer que su gente sea más libre, más lógica, más sincera, más impulsiva y más creativa. Solo si lo conseguimos nos libraremos de ti. Tu trabajo es jodernos bien jodidos, como has estado haciendo hasta ahora, por cierto, no lo haces nada mal. Nuestro objetivo será utilizar todos los conocimientos que tengamos a nuestra disposición para frustrar tus planes. Te prometo que será muy divertido, nos lo pasaremos bien. Ya has cumplido tu primera misión, ahora vas a ver como lo solucionamos y aprendemos de ello ¿De acuerdo?
Demencia tragó saliva, ya no le gustaba tanto aquella situación. Ella disfrutaba creando problemas a los demás, pero el Ingeniero había girado la tortilla, ahora ya no les creaba problemas, les ayudaba a ser más fuertes. Agachó su gorra soltó un apresurado y leve “de acuerdo” y volvió a su casa sin volver la vista atrás.
Tanto el Sincero como el Anarco se quedaron mirando al Ingeniero con cara de incertidumbre. El Ingeniero sonrió como quien se alegra de realizar un buen trabajo e informó a sus amigos
–Vamos tenemos que ir a hablar con el Poeta, si queremos vencer a Discordia tenemos que estar unidos aunque nos falte la impulsiva. Chicos tenemos trabajo...
Continuará…
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2 jul 2009
Capítulo16. El adiós...
Una sombra avanza apresurada entre las sombras, en el silencio de la noche se podía escuchar el sonido de cada charco que pisaba inconscientemente aquella silueta nocturna. Se dirigió a la casa de Discordia, llamó a la puerta con brusquedad. Nadie le respondió, la furgoneta de su padre tampoco estaba, lo cual indicaba que habían salido del pueblo. La sombra se paró unos segundos ante la casa de la Vehemente, pero con un giro brusco de cabeza continuó su andadura. La sombra llegó a la vieja casa y tras atravesar el marco de la puerta la luz del interior dejó visible la figura del Poeta, con los pies ungidos en barro. El ingeniero fue el primero en percatarse.
–¿Por qué no vienen contigo Vehemente y Discordia?
–No he pasado a por la Vehemente, esta tarde tuvimos una fuerte discusión. Aunque le hubiese llamado a su puerta de rodillas no hubiese venido conmigo os lo aseguro. Nuestra amistad ha terminado y lo peor de todo es que creo que Discordia tiene algo que ver, la vi salir con una sonrisa de oreja a oreja de casa de la Vehemente antes de hablar con ella.– El Poeta hablo con toda la serenidad que le caracterizaba.
–Le comería la cabeza como te la comió a ti. ¿Cómo puede ser tan mezquina una persona? ¿Por cierto donde está?– dijo algo enojado el Sincero.
–Pues he pasado por su casa, porque quería pedirle explicaciones, pero no había nadie y el coche tampoco estaba.
–Con un poco de suerte se ha ido bien lejos y no vuelve.– sentenció el Anarco.
–Sí, pero el daño ya está hecho.– dijo el Poeta, cabizbajo y con voz la voz triste y apagada.
–Tonterías, ahora mismo vamos a hablar con la Vehemente y verás como entra en razón.– Trató de animar el Sincero.
–Haced lo que queráis…– dijo el Poeta mientras avanzaba dando tumbos con la cabeza gacha hacia el sofá donde se dejo caer cual saco de patatas. Aunque pareciese abatido, el
Poeta estaba aprovechando la tristeza y la amargura como inspiración. El Poeta tenía un lema que le ayudaba en los momentos como ese, decía “Cuando un poeta se inspira en la amargura, lluvia de ideas segura.”. El Poeta sabía que de toda aquella tristeza sacaría material para un par de textos y alguna que otra rima. Parecía abatido, pero en realidad estaba volando por un mar de pensamientos tristes buscando la inspiración que traería luz a su vida. Sus compañero lo sabían por eso no se preocuparon por él. Los tres salieron de la casa y se plantaron rápidamente en casa de la Vehemente. Llamaron y les abrió su madre.
–…Lo siento pero mi hija no está en casa. Nos pidió que la llevásemos a la ciudad, decía que tenía cosas que solucionar allí y que hasta que no terminase no volvería al valle, pensé que se había despedido de vosotros…– La noticia desconcertó a todos, una furgoneta pasó por detrás de ellos, en su interior pudieron ver a una joven de sonrisa macabra que ocultaba su mirada bajo la visera de una gorra harapienta…
Continuará…
–¿Por qué no vienen contigo Vehemente y Discordia?
–No he pasado a por la Vehemente, esta tarde tuvimos una fuerte discusión. Aunque le hubiese llamado a su puerta de rodillas no hubiese venido conmigo os lo aseguro. Nuestra amistad ha terminado y lo peor de todo es que creo que Discordia tiene algo que ver, la vi salir con una sonrisa de oreja a oreja de casa de la Vehemente antes de hablar con ella.– El Poeta hablo con toda la serenidad que le caracterizaba.
–Le comería la cabeza como te la comió a ti. ¿Cómo puede ser tan mezquina una persona? ¿Por cierto donde está?– dijo algo enojado el Sincero.
–Pues he pasado por su casa, porque quería pedirle explicaciones, pero no había nadie y el coche tampoco estaba.
–Con un poco de suerte se ha ido bien lejos y no vuelve.– sentenció el Anarco.
–Sí, pero el daño ya está hecho.– dijo el Poeta, cabizbajo y con voz la voz triste y apagada.
–Tonterías, ahora mismo vamos a hablar con la Vehemente y verás como entra en razón.– Trató de animar el Sincero.
–Haced lo que queráis…– dijo el Poeta mientras avanzaba dando tumbos con la cabeza gacha hacia el sofá donde se dejo caer cual saco de patatas. Aunque pareciese abatido, el
Poeta estaba aprovechando la tristeza y la amargura como inspiración. El Poeta tenía un lema que le ayudaba en los momentos como ese, decía “Cuando un poeta se inspira en la amargura, lluvia de ideas segura.”. El Poeta sabía que de toda aquella tristeza sacaría material para un par de textos y alguna que otra rima. Parecía abatido, pero en realidad estaba volando por un mar de pensamientos tristes buscando la inspiración que traería luz a su vida. Sus compañero lo sabían por eso no se preocuparon por él. Los tres salieron de la casa y se plantaron rápidamente en casa de la Vehemente. Llamaron y les abrió su madre.–…Lo siento pero mi hija no está en casa. Nos pidió que la llevásemos a la ciudad, decía que tenía cosas que solucionar allí y que hasta que no terminase no volvería al valle, pensé que se había despedido de vosotros…– La noticia desconcertó a todos, una furgoneta pasó por detrás de ellos, en su interior pudieron ver a una joven de sonrisa macabra que ocultaba su mirada bajo la visera de una gorra harapienta…
Continuará…
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19 jun 2009
Capitulo 15. Aguantando el chaparrón
El Poeta encaminó, con cierta lentitud e indecisión, su mano hacia la vieja puerta de madera que tantas veces había atravesado. No obstante, esta se abrió antes de que pudiese golpear la madera con los nudillos. Allí estaba ella, oculta bajo su característica gorra negra ligeramente deteriorada. La visera de la gorra le cubría gran parte del rostro, pero el chico sabía bien quien era. Se dibujó una sonrisa macabra en la cara de la joven y esta avanzó tan agresivamente que el Poeta tuvo que apartarse a un lado sorprendido por la actitud de Discordia. El joven se encogió de hombros, tenía problemas más importantes que solucionar. Entró en la casa preguntando por la Vehemente, la voz de la madre le informó de que la joven se encontraba en su habitación. El Poeta llamó a la puerta y entró. Ella estaba sentada en la cama, cabizbaja, con las mejillas aun bañadas en lágrimas de odio. Él empezó la conversación.
–¿Te apetece ir a pasear por el valle?
La Vehemente se levantó y salió por la puerta sin dirigirle la mirada al chico. El Poeta reconoció la Discordia en la actitud de la joven y supo que empezaban a formarse nubarrones de tormenta. Siguió a la joven, quien salió de casa sin ni siquiera despedirse dirigiendose rápidamente a un lugar alejado, seguramente, para evitar que sus padres escuchasen la discusión que se avecinaba. La Vehemente se detuvo con los brazos cruzados, la mirada perdida en el horizonte y la cara de perro, estaba claro que era él quien debía empezar la conversación.
–¿Te ocurre algo?
–Ahora sí que te preocupas por mí ¿no? Tienes remordimientos ¿verdad? Llegas tarde, paso de ti. No quiero saber nada. Por suerte, voy a aceptar la propuesta de mis padres de irme a un campamento de inglés este verano, así que, con un poco de suerte no volveré a verte.– las palabras atravesaron el corazón del Poeta como si fuesen dagas al rojo vivo. El Poeta había olvidado su conversación con Discordia, pero el dolor, propiciado por las palabras de la Vehemente, avivaban en el corazón del chico recuerdos de Discordia.
–Yo solo me preocupo por ti, tú solo te preocupabas por mí cuando a ti te interesaba y eso no es así.– el tono del Poeta era calmado y tranquilo, su propósito era hacer las paces, aunque un resquicio de Discordia hablaba por él.
–Ya sabía yo que era por eso, pero lo de no preocuparme por la gente lo hago contigo y con todo el mundo, soy así.
–Lo se y no es mi intención cambiarte, solo quiero que volvamos a ser amigos, que vuelva el buen royo, pero veo que por tu parte va a ser imposible.
–Me das asco, vas de bueno y sincero y luego te callas como una puta y pasas de mí. ¿Cómo crees que me siento cuando pasas de mí de esa manera?
–No se, te sentirás como me sentía yo cuando me tratabas como si fuese un mendigo. De acuerdo, tal vez me haya pasado tres pueblos, pero me dejé llevar por la Discordia.
–Que no tío, quiero acabar con esto ya. De todos modos ya no nos volveremos a ver.
–Muy bien, al fin y al cabo siempre fuiste tú la que tuvo la última palabra.
–Muy bien lo que quieras.
–Yo solo quiero que todo vuelva a ser como antes.
–Pero yo no, no puedo.
–Bueno, una puta lástima que todo tenga que terminar así…– el Poeta dio media vuelta, abatido, desconsolado, era el fin…
–O no.– la respuesta de la Vehemente le sentenció, estaba claro que a la Vehemente poco le importaba ya como terminase todo, pues le había dado igual desde un principio.
–Sé que para ti no es una lástima, pocas veces pierdes algo cuando apenas arriesgas…– El Poeta se marchó, destrozado por dentro pero con la frialdad que le caracterizaba. Un romá
ntico de verdad nunca llora, aunque esté destrozado por dentro, encaja los golpes de la vida con estoicismo. Sabe que es el mejor modo de superar los golpes. Sabe que llorar te enturbia la vista y provoca que no veas venir el siguiente golpe. Ella con la mandíbula fuertemente presionada por la ira, se quedó contemplando un horizonte, ahora, lleno de nubarrones, como quien contempla por primera vez su futuro y empieza a preocuparse por él. Empezó a llover...
Continurá…
–¿Te apetece ir a pasear por el valle?
La Vehemente se levantó y salió por la puerta sin dirigirle la mirada al chico. El Poeta reconoció la Discordia en la actitud de la joven y supo que empezaban a formarse nubarrones de tormenta. Siguió a la joven, quien salió de casa sin ni siquiera despedirse dirigiendose rápidamente a un lugar alejado, seguramente, para evitar que sus padres escuchasen la discusión que se avecinaba. La Vehemente se detuvo con los brazos cruzados, la mirada perdida en el horizonte y la cara de perro, estaba claro que era él quien debía empezar la conversación.
–¿Te ocurre algo?
–Ahora sí que te preocupas por mí ¿no? Tienes remordimientos ¿verdad? Llegas tarde, paso de ti. No quiero saber nada. Por suerte, voy a aceptar la propuesta de mis padres de irme a un campamento de inglés este verano, así que, con un poco de suerte no volveré a verte.– las palabras atravesaron el corazón del Poeta como si fuesen dagas al rojo vivo. El Poeta había olvidado su conversación con Discordia, pero el dolor, propiciado por las palabras de la Vehemente, avivaban en el corazón del chico recuerdos de Discordia.
–Yo solo me preocupo por ti, tú solo te preocupabas por mí cuando a ti te interesaba y eso no es así.– el tono del Poeta era calmado y tranquilo, su propósito era hacer las paces, aunque un resquicio de Discordia hablaba por él.
–Ya sabía yo que era por eso, pero lo de no preocuparme por la gente lo hago contigo y con todo el mundo, soy así.
–Lo se y no es mi intención cambiarte, solo quiero que volvamos a ser amigos, que vuelva el buen royo, pero veo que por tu parte va a ser imposible.
–Me das asco, vas de bueno y sincero y luego te callas como una puta y pasas de mí. ¿Cómo crees que me siento cuando pasas de mí de esa manera?
–No se, te sentirás como me sentía yo cuando me tratabas como si fuese un mendigo. De acuerdo, tal vez me haya pasado tres pueblos, pero me dejé llevar por la Discordia.
–Que no tío, quiero acabar con esto ya. De todos modos ya no nos volveremos a ver.
–Muy bien, al fin y al cabo siempre fuiste tú la que tuvo la última palabra.
–Muy bien lo que quieras.
–Yo solo quiero que todo vuelva a ser como antes.
–Pero yo no, no puedo.
–Bueno, una puta lástima que todo tenga que terminar así…– el Poeta dio media vuelta, abatido, desconsolado, era el fin…
–O no.– la respuesta de la Vehemente le sentenció, estaba claro que a la Vehemente poco le importaba ya como terminase todo, pues le había dado igual desde un principio.
–Sé que para ti no es una lástima, pocas veces pierdes algo cuando apenas arriesgas…– El Poeta se marchó, destrozado por dentro pero con la frialdad que le caracterizaba. Un romá
ntico de verdad nunca llora, aunque esté destrozado por dentro, encaja los golpes de la vida con estoicismo. Sabe que es el mejor modo de superar los golpes. Sabe que llorar te enturbia la vista y provoca que no veas venir el siguiente golpe. Ella con la mandíbula fuertemente presionada por la ira, se quedó contemplando un horizonte, ahora, lleno de nubarrones, como quien contempla por primera vez su futuro y empieza a preocuparse por él. Empezó a llover...Continurá…
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10 jun 2009
Capítulo 14. Alimentando la Discordia.
Tras una copiosa comida en la que tanto el padre como la hija no dejaron de soltar comentarios desagradables que atragantaron en más de una ocasión la comida a la familia de la Vehemente. El padre se despidió con una escusa barata y la Vehemente le propuso a la joven jugar a algún juego de mesa en su habitación, para, pese a los comentarios desagradables, intentar entablar una amistad. Nada más encerrarse en su habitación Discordia empezó su juego de manipulación. Se acercó a la Vehemente, la cual estaba con cara de pocos amigos, pues su mente todavía no había asimilado el comportamiento distante del Poeta, y le dijo con una falsa dulzura en su voz:
–¿Qué te ocurre? Estas triste…
–No, no pasa nada.
–Es por el chico de esta mañana ¿verdad? ¿No querías dejarle?
–Eso no es de tu incumbencia…– a la Vehemente no le gustaba que se metieran en su vida y Discordia se estaba entrometiendo demasiado, lo cual aumentaba su mosqueo.
–Esta bien, si no quieres hablarlo lo entiendo, pero creo que si una persona te hace sufrir tanto no merece la pena…
–Tú no tienes ni idea, el Poeta siempre se preocupaba por mí, su actitud actual no es propia de él, creo que mi problema es que no me he preocupado por él o al menos no se lo he hecho ver y ahora me lo está devolviendo con la misma moneda…
–Pobre necia ¿No te das cuenta de que su actitud no es más que el reflejo de un hombre despechado y egoista? Se siente herido y lo paga contigo, es decir, no te quiere tanto como prometía. Yo que tú no volvería a fiarme de él. Si está mosqueado contigo o quiere olvidarte, pasa de él, será lo mejor para ambos.
–Somos amigos, no puedo pasar de él.
–Él es tu amigo y lo ha pasado de ti ¿no? Lo peor es que estoy segura de que seguirá haciéndolo. No puedes considerarle tú amigo.
–Creo que debería hablar con él.
–¿Para qué? ¿No ves que es presa del resentimiento? Si le hablas sobre el tema te atacará con fuerza y te echará en cara muchas cosas, te hará daño. ¿Estás dispuesta a humillarte de esa forma por alguien que pasa de ti?
–Es mi amigo.
–Lo fue, ahora él ha decidido cortar la amistad y créeme, no está dispuesto a recuperarla. Asúmelo, es un falso, iba de buen amigo, de bonachón y a la mínima te deja tirada y pasa de ti, tan solo porque no le das lo que quiere, es un egoísta. Te ha engañado, te ha hecho soñar y te ha cortado las alas, alguien así no merece perdón alguno. Si sigues a su lado te seguirá haciendo daño, lo mejor para ambos es que paséis el uno del otro créeme.
–Tienes razón, no puedo perdonar a ese tipejo…– la Vehemente apretaba sus puños con tanta rabia que su brazo le temblaba, la rabia le recorría el cuerpo y un par de lágrimas bañadas en ira le impedían ver la maléfica sonrisa de Discordia– Que se vaya a la mierda no quiero volver a verle ni ha dirigirle la palabra, me da asco.
Y de este modo tan sencillo Discordia consiguió destruir una vieja amistad en un par de minutos. Así funcionaba Discordia, se sentía bien viendo como todo a su alrededor entraba en cólera y caos. Espera el momento idóneo para atacar, cuando la víctima está sola. Lo que no sabía Discordia es que el Poeta se dirigía a casa de la Vehemente para hacer las paces con ella...
Continuará…
–¿Qué te ocurre? Estas triste…
–No, no pasa nada.
–Es por el chico de esta mañana ¿verdad? ¿No querías dejarle?
–Eso no es de tu incumbencia…– a la Vehemente no le gustaba que se metieran en su vida y Discordia se estaba entrometiendo demasiado, lo cual aumentaba su mosqueo.
–Esta bien, si no quieres hablarlo lo entiendo, pero creo que si una persona te hace sufrir tanto no merece la pena…
–Tú no tienes ni idea, el Poeta siempre se preocupaba por mí, su actitud actual no es propia de él, creo que mi problema es que no me he preocupado por él o al menos no se lo he hecho ver y ahora me lo está devolviendo con la misma moneda…
–Pobre necia ¿No te das cuenta de que su actitud no es más que el reflejo de un hombre despechado y egoista? Se siente herido y lo paga contigo, es decir, no te quiere tanto como prometía. Yo que tú no volvería a fiarme de él. Si está mosqueado contigo o quiere olvidarte, pasa de él, será lo mejor para ambos.
–Somos amigos, no puedo pasar de él.
–Él es tu amigo y lo ha pasado de ti ¿no? Lo peor es que estoy segura de que seguirá haciéndolo. No puedes considerarle tú amigo.
–Creo que debería hablar con él.
–¿Para qué? ¿No ves que es presa del resentimiento? Si le hablas sobre el tema te atacará con fuerza y te echará en cara muchas cosas, te hará daño. ¿Estás dispuesta a humillarte de esa forma por alguien que pasa de ti?
–Es mi amigo.
–Lo fue, ahora él ha decidido cortar la amistad y créeme, no está dispuesto a recuperarla. Asúmelo, es un falso, iba de buen amigo, de bonachón y a la mínima te deja tirada y pasa de ti, tan solo porque no le das lo que quiere, es un egoísta. Te ha engañado, te ha hecho soñar y te ha cortado las alas, alguien así no merece perdón alguno. Si sigues a su lado te seguirá haciendo daño, lo mejor para ambos es que paséis el uno del otro créeme.

–Tienes razón, no puedo perdonar a ese tipejo…– la Vehemente apretaba sus puños con tanta rabia que su brazo le temblaba, la rabia le recorría el cuerpo y un par de lágrimas bañadas en ira le impedían ver la maléfica sonrisa de Discordia– Que se vaya a la mierda no quiero volver a verle ni ha dirigirle la palabra, me da asco.
Y de este modo tan sencillo Discordia consiguió destruir una vieja amistad en un par de minutos. Así funcionaba Discordia, se sentía bien viendo como todo a su alrededor entraba en cólera y caos. Espera el momento idóneo para atacar, cuando la víctima está sola. Lo que no sabía Discordia es que el Poeta se dirigía a casa de la Vehemente para hacer las paces con ella...
Continuará…
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1 jun 2009
Capítulo 13. Borrando la semilla de la Discordia.
El sol de medio día calentaba el agua del río, pero la situación del grupo era más bien fría. Al llegar el Poeta y la Vehemente todos supieron que algo pasaba, el Poeta se reía y divertía con sus colegas, pero siempre que la Vehemente trataba de unirse el Poeta se ponía serio y se alejaba. La Vehemente se dejó llevar por las pasiones en más de una ocasión contraatacando el pasotismo con más pasotismo y algún que otro comentario negativo hacia el Poeta. Una lucha de orgullos destrozó la que prometía ser una mañana de risas y buen royo. Eran como dos niños pequeños que jugaban a hacerse daño. La Vehemente se tenía que enfrentar a lo que quería evitar, el odio y el rencor de un amor no correspondido. El Poeta ya no era el mismo de siempre. Con el estomago clamando a gritos algo de comida por parte de la mayoría, acordaron abandonar las cristalinas aguas del río para ir a comer.El silencio contagió al grupo, hasta que se despidieron de la Vehemente. El Sincero fue el primero en iniciar la conversación con el Poeta.
–Va, cuéntanos de una vez que pasa.
–No pasa nada.
–Joder, no empecemos ¿Por qué te cuesta tanto ser sincero?
–Sabemos que te pasa algo con la Vehemente tienes algún problema con ella ¿no?– apuntó el Ingeniero.
–Sí, esta mañana me ha dicho que me quería como amigo, nunca hubo amor entre nosotros y yo como un iluso viendo donde no había, interesándome por aquello que no se interesaba por mí, compartiendo sueños con quien no puede soñar, amando a quien no puede amar. Nuestra relación cojeaba desde un principio y yo sin darme cuenta. Lo peor de todo es que me temo que nuestra amistad también cojea, no puedo ser amigo de alguien que ni se interesa por mí, ni por sus propios sueños, ni por querer a alguien…
–Eso son tonterías y lo sabes. Tú mayor defecto es que te implicas demasiado en las cosas, les pones demasiado empeño, te empeñas en ensalzar las cosas. Eso es bueno, en su justa medida, te puedes ilusionar por muchas cosas, pero tienes que aprender que hay cosas que es mejor no magnificar, tú relación con la Vehemente debió quedar solo en amistad, sabías que ella no podía magnificar la amistad, no podía enamorarse, porque no es como tú. Ella no se empeña tanto, no se implica tanto en las cosas, pasa de todo, unos días se levanta con una idea en la mente y otros con otra, es impulsiva y debemos respetar su forma de ser, nos guste o no.– El Poeta contrataco las palabras del Ingeniero con ira.
–No me gusta que me tomen el pelo, lo siento, pero tengo la sensación de que se ha aprovechado de mí. Yo se lo di todo, me entregué a ella, me preocupé por ella y ella no muestra el mínimo interés por mí, no se preocupa por mis sentimientos, por mis sueños, por nada de lo que hago solo se interesa cuando le conviene, cuando necesita algo de mí. Es una egoísta, es incapaz de preocuparse por los demás, solo se preocupa de si misma...– todos se preocuparon al ver al Poeta en aquella actitud tan agresiva, no era porpio de él, él siempre pensaba bien de los demás, siempre les encontraba algo bueno y se aferraba a ello.
–Sabes que ella no cambiará nunca ¿no crees que querer cambiar su forma de ser es demasiado egoísta por tu parte?– respondió con recochineo el Ingeniero.
–Lo sé, no quiero que cambie su forma de ser, pero su forma de ser es incompatible conmigo. Por eso tenemos que romper con nuestra amistad.– el Ingeniero le lanzó una mirada envenenada al Poeta.
–¿Dónde está tu actitud de Poeta? Mucho me has cambiado tío. ¿Qué se ha hecho de aquel romántico que, ante un problema, sacaba la parte positiva y aprendía de ella? ¿De verdad eres incapaz de ver que la Vehemente pasa de todo y que tal vez deberías aprender de ello? Aprende que no puedes implicarte tanto con la gente, hay gente que no quiere que te entrometas en su vida y tienes que respetar eso. Si quieres ayudar a una persona que no quiere ayuda, no se la des, pero tampoco pases rotundamente de ella. Sigue siendo su amigo, pero no te preocupes por ella. Se que no concibes ese tipo de amistad, yo con todo mi ingenio tampoco soy capaz de concebir una amistad sin interesarte o preocuparte por tus amigos, pero es el tipo de amistad que solo entiende la Vehemente y no se la podemos negar.– Las palabras certeras del Ingeniero hicieron cambiar la actitud del Poeta, le devolvieron su personalidad y se le notó en la sonrisa.
–Tienes razón, supongo que podemos seguir siendo amigos…Sin darme cuenta la he arrastrado a un mundo de sueños del cual ella no quería nada, todo esto era de esperar. Seguiremos siendo amigos, pero ahora ya se que no puedo jugar a construir ilusiones con ella, tan solo relacionarme con ella sin mostrar ineteres, sin preocuparme de ella, es la unica forma de ser su amigo. Una amistad un poco extraña, pero amistad al fin y al cabo.
–Nos alegra saber que todo está arreglado, hay que ver que ganas de joder tenías con tu actitud de hoy, machote.– dijo el Anarco mientras le frotaba el pelo con un nudillo en señal de castigo amistoso.
–La verdad es que todo estaba bien hasta que he hablado con la nueva vecina de la Vehemente, no me acuerdo como se llama, pero me ha metido toda esa maldad en la cabeza sin poder evitarlo, además su actitud y sus pintas son muy extrañas, parece como si siempre estuviese conspirando.
–La llamaremos Discordia.– gritó el Ingeniero mientras se reía.
–Me parece muy cruel llamarla así, a lo mejor simplemente estaba equivocada, pero en fin, ya la conoceremos mejor…–dijo el Sincero mientras se despedía con la mano en dirección a su casa.
La Vehemente entró a su casa y al abrir la puerta del salón, se sorprendió al ver sentados en la mesa y dispuestos para empezar a comer a su nueva vecina y a su padre. Se presentó a ambos y se dispuso a comer con ellos.
Continuará…
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31 may 2009
Capítulo 12. La discordia está sembrada.
Ahí estaba el Poeta, con cara de gilipollas intentando comprender la actitud de la joven y el porqué de aquella pregunta.
–No me mires así, solo un gilipollas sería capaz de comportarse de esa manera. Estoy segura de que esa chica te ha utilizado, se ha aprovechado de ti y ahora te abandona como quien abandona a un perro callejero y tú, tan gilipollas, decides seguir siendo su amigo, como si nada hubiese pasado para que ella pueda seguir aprovechándose de ti. ¿Me equivoco?– una sonrisa macabra era lo único que se podía observar de su rostro.
–No me ha utilizado, somos amigos, fuimos algo más que eso y ahora volvemos a ser amigos.– la sonrisa bonachona del Poeta anuló la sonrisa macabra de la joven, que se puso seria.
–¿De verdad erais amigos? Estoy segura de que tú le ayudabas en todo lo que necesitaba y te preocupabas por ella ¿hacia ella lo mismo por ti?
–Sí, me ayudaba, se interesó por mi sueño de cambiar el mundo y se unió a él.
–Sí, y ahora abandona el sueño y a su dueño. Pobre iluso… Despierta de una vez, esa chica te ha utilizado, tú se lo entregaste todo, tus sueños, tu amor, tu interés y dedicación y ella no te ha dado nada de nada. Y no creo que te lo de como amiga, porque no tiene interés por ti, pasa de ti, admítelo. Se lo has dado todo y ella no ha sabido apreciarlo, así que puerta, mándale a la mierda, no se a que esperas. Si sigues a su lado te engatusará con falsos sueños, con falsos intereses, con falsedades de todo tipo, lo hará para seguir aprovechándose de ti, mientras tú sufres. ¿Es eso lo que quieres? ¿Quieres convertirte en su esclavo? Por favor, ves, ese es el problema que tenéis las buenas personas, todos os acaban tomando el pelo, todos se aprovechan de vosotros y vosotros sois los verdaderos culpables. Si no lo dieseis todo por todos, la gente de vuestro alrededor no se aprovecharía tanto de vosotros. Tienes que aprender a ser malo, no puedes ir de bueno por la vida. Así que pasa de ella, si ella ha querido pasar de ti, haz tú lo mismo, deja de preocuparte por los demás y preocúpate solo de ti mismo como hace ella.
–Tienes razón, ya está bien, hasta aquí ha llegado mi paciencia, lo mando todo a la mierda, se acabó voy a pasar de ella.– La cólera, el odio, se podía ver reflejado en los ojos del Poeta, había dejado de ser el que era.– Vente con nosotros si quieres al río, nos lo pasaremos bien.
–No, no, da igual, tengo cosas que hacer, ya nos veremos en otra ocasión.– y se fue rápidamente sin despedirse.
Tras cambiarse y coger la toalla, el Poeta pasó por delante de la casa de la Vehemente y allí estaba ella esperándole. Se acercó a él de forma muy amistosa y alegre.
–¿Preparado para que te dé una paliza en el río?– el rostro serio del Poeta hizo que la Vehemente se entristeciese y la respuesta del chico le hizo saber que algo malo estaba pasando.
–Bueno…– el Poeta ni siquiera se digno en mirarle a la cara.
Dos siluetas, difusas como dos almas en pena, avanzan acompañadas por un silencio incomodo. La felicidad habían desaparecido entre dos amigos por culpa de la Discordia.
Continuará...
–No me mires así, solo un gilipollas sería capaz de comportarse de esa manera. Estoy segura de que esa chica te ha utilizado, se ha aprovechado de ti y ahora te abandona como quien abandona a un perro callejero y tú, tan gilipollas, decides seguir siendo su amigo, como si nada hubiese pasado para que ella pueda seguir aprovechándose de ti. ¿Me equivoco?– una sonrisa macabra era lo único que se podía observar de su rostro.
–No me ha utilizado, somos amigos, fuimos algo más que eso y ahora volvemos a ser amigos.– la sonrisa bonachona del Poeta anuló la sonrisa macabra de la joven, que se puso seria.
–¿De verdad erais amigos? Estoy segura de que tú le ayudabas en todo lo que necesitaba y te preocupabas por ella ¿hacia ella lo mismo por ti?
–Sí, me ayudaba, se interesó por mi sueño de cambiar el mundo y se unió a él.
–Sí, y ahora abandona el sueño y a su dueño. Pobre iluso… Despierta de una vez, esa chica te ha utilizado, tú se lo entregaste todo, tus sueños, tu amor, tu interés y dedicación y ella no te ha dado nada de nada. Y no creo que te lo de como amiga, porque no tiene interés por ti, pasa de ti, admítelo. Se lo has dado todo y ella no ha sabido apreciarlo, así que puerta, mándale a la mierda, no se a que esperas. Si sigues a su lado te engatusará con falsos sueños, con falsos intereses, con falsedades de todo tipo, lo hará para seguir aprovechándose de ti, mientras tú sufres. ¿Es eso lo que quieres? ¿Quieres convertirte en su esclavo? Por favor, ves, ese es el problema que tenéis las buenas personas, todos os acaban tomando el pelo, todos se aprovechan de vosotros y vosotros sois los verdaderos culpables. Si no lo dieseis todo por todos, la gente de vuestro alrededor no se aprovecharía tanto de vosotros. Tienes que aprender a ser malo, no puedes ir de bueno por la vida. Así que pasa de ella, si ella ha querido pasar de ti, haz tú lo mismo, deja de preocuparte por los demás y preocúpate solo de ti mismo como hace ella.
–Tienes razón, ya está bien, hasta aquí ha llegado mi paciencia, lo mando todo a la mierda, se acabó voy a pasar de ella.– La cólera, el odio, se podía ver reflejado en los ojos del Poeta, había dejado de ser el que era.– Vente con nosotros si quieres al río, nos lo pasaremos bien.
–No, no, da igual, tengo cosas que hacer, ya nos veremos en otra ocasión.– y se fue rápidamente sin despedirse.
Tras cambiarse y coger la toalla, el Poeta pasó por delante de la casa de la Vehemente y allí estaba ella esperándole. Se acercó a él de forma muy amistosa y alegre.
–¿Preparado para que te dé una paliza en el río?– el rostro serio del Poeta hizo que la Vehemente se entristeciese y la respuesta del chico le hizo saber que algo malo estaba pasando.
–Bueno…– el Poeta ni siquiera se digno en mirarle a la cara.

Dos siluetas, difusas como dos almas en pena, avanzan acompañadas por un silencio incomodo. La felicidad habían desaparecido entre dos amigos por culpa de la Discordia.
Continuará...
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Capítulo 11. Entra en escena Discordia...
El sol mañanero bañaba a una pareja en tensión, situada enfrente de una casa de madera. Al parecer esa misma mañana habían llegado los nuevos propietarios de la casa, es decir los nuevos vecinos de la Vehemente. El Poeta tragó saliva con dificultad, la Vehemente empezó la conversación cabizbaja, incapaz de mirar los ojos de su compañero.
–Verás, siento decirte esto, pero lo nuestro no puede seguir. Espero que podamos seguir siendo amigos…– la Vehemente, esperaba con la mirada dirigida hacia el polvoriento suelo la reprimenda y la ira por parte del joven despechado, pero este le acarició la mejilla obligándola a mirarle a contemplar sus ojos, que ahora brillaban humedecidos, pero sin dejar escapar ninguna lágrima. La sonrisa del joven descolocó a la muchacha.
–Sabes muy bien que te quiero tanto que si no quieres que te quiera, no te quiero. Pero al menos dame un porqué.– la actitud despreocupada del Poeta, extrañó a la Vehemente. El Poeta solía decir que las cosas que más joden hay que cogerlas con una sonrisa de oreja a oreja, así joden menos y alivian tensiones y tenía razón ya que la Vehemente ya no se sentía tan mal ante esa situación tan comprometedora por su parte. La Vehemente guardó en su memoria la facilidad que tenía el Poeta para trasformar las cosas y situaciones realmente jodidas en algo mágico y maravilloso, supongo que por eso solían compararle con un artista, convertía la fealdad de la vida en belleza.
–Pues ya me conoces, soy una persona impulsiva, hoy me apetece una cosa, mañana otra. No puedo enfrascarme en nada estable, lo siento.– de nuevo la tristeza y la tensión.
–Sabes que te entiendo y respeto tu forma de ser, pero no la comparto. Está claro que no compartimos la misma idea sobre el amor, así que lo mejor será que sigamos siendo amigos.– la sonrisa del Poeta volvió a llenar de magia aquella situación tan incomoda. Dirigió su mirada hacia una de las ventanas abiertas de la casa de los nuevos vecinos y se quedó un poco extrañado, pues le había parecido ver a una joven con una gorra negra que le ocultaba parte de la cara mirándoles de un modo muy sospechoso y al ser descubierta se había escondido. Pero pensó que no tenía mucha importancia, así que volvió a prestarle atención a la Vehemente, la cual volvía a ser la de siempre.
–Bien, gracias por entenderlo y me alegro de que lo hayas asimilado tan bien. Voy a cambiarme y esas cosas, ve tu mientras a cambiarte y así no perdemos mucho tiempo ¿vale?– la tensión había desaparecido, volvían a ser tan amigos como siempre.
El Poeta emprendió el camino hacia su casa, enfrascado en sus pensamientos, tratando de inspirarse en la amargura que en aquel instante recorría sus entrañas para sacar el máximo partido a la situación. De repente algo interrumpió su marcha y sus pensamientos, alguien le había dado unos toquecitos en la espalda. El Poeta se giró para ver quien podía ser y se sorprendió al encontrar a la joven que había visto en la ventana. No era muy alta, morena, con el pelo recogido en una coleta que sobresalía por detrás de su gorra y dos mechones negro azabache le colgaban hasta la clavícula. Llevaba una camisa de tirantes negra y unos pantalones vaqueros oscuros, que junto a la gorra negra le daban un aspecto muy
misterioso. Era como si quisiese ocultarse del resto del mundo, parecía una mezcla extraña entre una mafiosa y una investigadora. El caso es que no solo su vestimenta hacia desconfiar de ella, también su actitud, pues permanecía callada esperando la reacción, analizándolo todo bajo la confidencialidad que le ofrecía su demacrada gorra negra. El Poeta al no ver reacción por su parte empezó la conversación.
–Hola. Eres nueva aquí ¿verdad?
–Sí…¿Por qué eres tan gilipollas?
Continuará…
–Verás, siento decirte esto, pero lo nuestro no puede seguir. Espero que podamos seguir siendo amigos…– la Vehemente, esperaba con la mirada dirigida hacia el polvoriento suelo la reprimenda y la ira por parte del joven despechado, pero este le acarició la mejilla obligándola a mirarle a contemplar sus ojos, que ahora brillaban humedecidos, pero sin dejar escapar ninguna lágrima. La sonrisa del joven descolocó a la muchacha.
–Sabes muy bien que te quiero tanto que si no quieres que te quiera, no te quiero. Pero al menos dame un porqué.– la actitud despreocupada del Poeta, extrañó a la Vehemente. El Poeta solía decir que las cosas que más joden hay que cogerlas con una sonrisa de oreja a oreja, así joden menos y alivian tensiones y tenía razón ya que la Vehemente ya no se sentía tan mal ante esa situación tan comprometedora por su parte. La Vehemente guardó en su memoria la facilidad que tenía el Poeta para trasformar las cosas y situaciones realmente jodidas en algo mágico y maravilloso, supongo que por eso solían compararle con un artista, convertía la fealdad de la vida en belleza.
–Pues ya me conoces, soy una persona impulsiva, hoy me apetece una cosa, mañana otra. No puedo enfrascarme en nada estable, lo siento.– de nuevo la tristeza y la tensión.
–Sabes que te entiendo y respeto tu forma de ser, pero no la comparto. Está claro que no compartimos la misma idea sobre el amor, así que lo mejor será que sigamos siendo amigos.– la sonrisa del Poeta volvió a llenar de magia aquella situación tan incomoda. Dirigió su mirada hacia una de las ventanas abiertas de la casa de los nuevos vecinos y se quedó un poco extrañado, pues le había parecido ver a una joven con una gorra negra que le ocultaba parte de la cara mirándoles de un modo muy sospechoso y al ser descubierta se había escondido. Pero pensó que no tenía mucha importancia, así que volvió a prestarle atención a la Vehemente, la cual volvía a ser la de siempre.
–Bien, gracias por entenderlo y me alegro de que lo hayas asimilado tan bien. Voy a cambiarme y esas cosas, ve tu mientras a cambiarte y así no perdemos mucho tiempo ¿vale?– la tensión había desaparecido, volvían a ser tan amigos como siempre.
El Poeta emprendió el camino hacia su casa, enfrascado en sus pensamientos, tratando de inspirarse en la amargura que en aquel instante recorría sus entrañas para sacar el máximo partido a la situación. De repente algo interrumpió su marcha y sus pensamientos, alguien le había dado unos toquecitos en la espalda. El Poeta se giró para ver quien podía ser y se sorprendió al encontrar a la joven que había visto en la ventana. No era muy alta, morena, con el pelo recogido en una coleta que sobresalía por detrás de su gorra y dos mechones negro azabache le colgaban hasta la clavícula. Llevaba una camisa de tirantes negra y unos pantalones vaqueros oscuros, que junto a la gorra negra le daban un aspecto muy
misterioso. Era como si quisiese ocultarse del resto del mundo, parecía una mezcla extraña entre una mafiosa y una investigadora. El caso es que no solo su vestimenta hacia desconfiar de ella, también su actitud, pues permanecía callada esperando la reacción, analizándolo todo bajo la confidencialidad que le ofrecía su demacrada gorra negra. El Poeta al no ver reacción por su parte empezó la conversación.–Hola. Eres nueva aquí ¿verdad?
–Sí…¿Por qué eres tan gilipollas?
Continuará…
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29 may 2009
Capitulo 10. Todo empieza cuando algo acaba...
El Poeta abrió la puerta y allí estaban ellos, en el salón, como los tres mosqueteros. El Sincero a la derecha reclinado en la pared y con los brazos cruzados, el Ingeniero sentado en el sofá que estaba situado justo en el centro del salón, con los codos apoyados en las rodillas y con las yemas de los dedos apoyadas simétricamente las unas respecto a las otras y por último el Anarco, que estaba como dejado caer en el sofá de la izquierda. La pareja entró en la casa, la sonrisa del Ingeniero hizo que el Poeta se pusiese nervioso, lo cual era aun peor. Se sentaron en los sitios que quedaban libres y el Sincero inició la conversación:
–Bien, para solucionar los problemas de está sociedad, creo que lo primero que debemos hacer es ver que es lo que falla en la sociedad…– el Ingeniero le cortó y el Poeta le lanzó una mirada seria como sentencia.
–Shhh… Creo que lo primero que debemos aclarar es el porqué de la demora chicos…– El Ingeniero sonrió pícaramente esperando la respuesta que ya intuía.
–Esa información no es de tu incumbencia.– dijo el Poeta sin molestarse en mirar a la cara al Ingeniero, intentando mostrar cierto aire de pasotismo, aunque en realidad era miedo lo que sentía.
–Oh, venga chicos no os peleéis. Poeta, sabes que entre nosotros nunca han habido secretos…–trató de de calmar los nervios el Anarco, pero de nuevo el Ingeniero volvió a interrumpir.
–Una verdad oculta no es un secreto para quien sabe observar. Antes de venir aquí me he pasado por la casa del Poeta y no estaba, luego llegáis los dos juntitos y felices con la misma ropa de ayer, y manchada del color inconfundible del revuelto de hierba y tierra. No hace falta ser muy inteligente para deducir que estos dos han pasado la noche en el prado…– la Vehemente volvió a estallar en cólera ante la actitud vacilante del Ingeniero.
–Sí, echamos un polvo tan salvaje que las estrellas aun se están tambaleando ¿Contento? Si tanto te interesa la próxima vez puedes venir a verlo.– el Ingeniero sonrió y lanzó una mirada penetrante a la Vehemente la cual quedó como hipnotizada. El Anarco trató de calmar los ánimos de nuevo:
–Chicos, no tenéis que avergonzaros por contarnos ese tipo de cosas, vosotros decidís si queréis contarlas, pero es cierto que ante el Ingeniero es difícil ocultar cualquier cosa. Por otra parte Ingeniero, deberías aprender a guardar cierta información aunque todos hubiésemos podido dar con ella.–suavizó por última vez el Anarco.
–Bueno como iba diciendo creo que deberíamos empezar por ver que es lo que falla en la sociedad actual para no cometer los mismos errores.– insistió de nuevo el Sincero.
–Lo que le pasa a la sociedad actual es que no hay libertad, no se nos permite soñar.– dijo el Anarco.
–Estamos ante una sociedad de desalmados, gente sin sueños, sin expectativas, sin ilusión. Son como muertos vivientes, lo único que les queda es vivir el día a día sin más, vivos por fuera pero muertos por dentro. Vacíos, deambulan por las calles hacia sus respectivos trabajos sin hacer caso a los sueños, pues creen que los sueños no se pueden cumplir, han perdido la fe en los sueños, en las metas, en el amor. Esta es una sociedad de zombis y nosotros no queremos ese tipo de sociedad, queremos gente alegre, gente que sueñe despierta, gente que disfrute la vida…– comentó el Poeta con cierto aire literario mientras creaba la metáfora.
–No olvides el trasfondo de todo eso, devolviéndole los sueños y la ilusión a la gente se subsanan otras enfermedades producidas por esa desilusión como el Alcoholismo, la drogadicción, los suicidios, las matanzas y un largo etcétera, enfermedades que se están expandiendo a un ritmo alarmante, debido al creciente número de desalmados, como tú bien les llamas, que deambulan por las calles…
–El Ingeniero tiene razón, pensad que cuando a alguien no le queda ningún sueño que le produzca satisfacción siente la necesidad de encontrar esa satisfacción en otros mundos, las drogas, liarse a tiros con todo el mundo, o simplemente pegándose un tiro al ver que la vida es una mierda. Cada vez se extienden más este tipo de plagas porque cada vez es más difícil cumplir sueños, cada vez es más difícil ser feliz, soñar despierto.– añadió la Vehemente, lanzándole un guiño seductor al Ingeniero camuflado por una simpática sonrisa.
–Todo lo que decís es bastante cierto, creo que esa debería ser la base de nuestra sociedad utópica, construir un mundo donde los sueños se puedan alcanzar más fácilmente y de ese modo evitar que la gente viva desilusionada. Ahora falta saber el porqué la gente es incapaz de soñar en esta sociedad. Propongo que cada uno lo piense detenidamente y mañana volveremos a reabrir el tema para exponer nuestras conclusiones sobre por qué la sociedad actual es incapaz de soñar. Ahora, aprovechemos el resto del día, vamos al río a refrescarnos un rato.– Todos aprobaron al unísono ambas propuestas y salieron apresurados de la casa en dirección al río.
La Vehemente y el Poeta, que eran los únicos que aun no se habían cambiado la ropa, se separaron del grupo para ir a cambiarse. De camino a sus respectivas casas, la pareja avanzaba en silencio y a paso firme. La Vehemente se detuvo bruscamente, miró a los ojos al poeta, quien también se había detenido por la repentina parada de su compañera y esta le sentenció:
–Tenemos que hablar…
Continuará...
–Bien, para solucionar los problemas de está sociedad, creo que lo primero que debemos hacer es ver que es lo que falla en la sociedad…– el Ingeniero le cortó y el Poeta le lanzó una mirada seria como sentencia.
–Shhh… Creo que lo primero que debemos aclarar es el porqué de la demora chicos…– El Ingeniero sonrió pícaramente esperando la respuesta que ya intuía.
–Esa información no es de tu incumbencia.– dijo el Poeta sin molestarse en mirar a la cara al Ingeniero, intentando mostrar cierto aire de pasotismo, aunque en realidad era miedo lo que sentía.
–Oh, venga chicos no os peleéis. Poeta, sabes que entre nosotros nunca han habido secretos…–trató de de calmar los nervios el Anarco, pero de nuevo el Ingeniero volvió a interrumpir.
–Una verdad oculta no es un secreto para quien sabe observar. Antes de venir aquí me he pasado por la casa del Poeta y no estaba, luego llegáis los dos juntitos y felices con la misma ropa de ayer, y manchada del color inconfundible del revuelto de hierba y tierra. No hace falta ser muy inteligente para deducir que estos dos han pasado la noche en el prado…– la Vehemente volvió a estallar en cólera ante la actitud vacilante del Ingeniero.
–Sí, echamos un polvo tan salvaje que las estrellas aun se están tambaleando ¿Contento? Si tanto te interesa la próxima vez puedes venir a verlo.– el Ingeniero sonrió y lanzó una mirada penetrante a la Vehemente la cual quedó como hipnotizada. El Anarco trató de calmar los ánimos de nuevo:
–Chicos, no tenéis que avergonzaros por contarnos ese tipo de cosas, vosotros decidís si queréis contarlas, pero es cierto que ante el Ingeniero es difícil ocultar cualquier cosa. Por otra parte Ingeniero, deberías aprender a guardar cierta información aunque todos hubiésemos podido dar con ella.–suavizó por última vez el Anarco.
–Bueno como iba diciendo creo que deberíamos empezar por ver que es lo que falla en la sociedad actual para no cometer los mismos errores.– insistió de nuevo el Sincero.
–Lo que le pasa a la sociedad actual es que no hay libertad, no se nos permite soñar.– dijo el Anarco.
–Estamos ante una sociedad de desalmados, gente sin sueños, sin expectativas, sin ilusión. Son como muertos vivientes, lo único que les queda es vivir el día a día sin más, vivos por fuera pero muertos por dentro. Vacíos, deambulan por las calles hacia sus respectivos trabajos sin hacer caso a los sueños, pues creen que los sueños no se pueden cumplir, han perdido la fe en los sueños, en las metas, en el amor. Esta es una sociedad de zombis y nosotros no queremos ese tipo de sociedad, queremos gente alegre, gente que sueñe despierta, gente que disfrute la vida…– comentó el Poeta con cierto aire literario mientras creaba la metáfora.
–No olvides el trasfondo de todo eso, devolviéndole los sueños y la ilusión a la gente se subsanan otras enfermedades producidas por esa desilusión como el Alcoholismo, la drogadicción, los suicidios, las matanzas y un largo etcétera, enfermedades que se están expandiendo a un ritmo alarmante, debido al creciente número de desalmados, como tú bien les llamas, que deambulan por las calles…
–El Ingeniero tiene razón, pensad que cuando a alguien no le queda ningún sueño que le produzca satisfacción siente la necesidad de encontrar esa satisfacción en otros mundos, las drogas, liarse a tiros con todo el mundo, o simplemente pegándose un tiro al ver que la vida es una mierda. Cada vez se extienden más este tipo de plagas porque cada vez es más difícil cumplir sueños, cada vez es más difícil ser feliz, soñar despierto.– añadió la Vehemente, lanzándole un guiño seductor al Ingeniero camuflado por una simpática sonrisa.
–Todo lo que decís es bastante cierto, creo que esa debería ser la base de nuestra sociedad utópica, construir un mundo donde los sueños se puedan alcanzar más fácilmente y de ese modo evitar que la gente viva desilusionada. Ahora falta saber el porqué la gente es incapaz de soñar en esta sociedad. Propongo que cada uno lo piense detenidamente y mañana volveremos a reabrir el tema para exponer nuestras conclusiones sobre por qué la sociedad actual es incapaz de soñar. Ahora, aprovechemos el resto del día, vamos al río a refrescarnos un rato.– Todos aprobaron al unísono ambas propuestas y salieron apresurados de la casa en dirección al río.
La Vehemente y el Poeta, que eran los únicos que aun no se habían cambiado la ropa, se separaron del grupo para ir a cambiarse. De camino a sus respectivas casas, la pareja avanzaba en silencio y a paso firme. La Vehemente se detuvo bruscamente, miró a los ojos al poeta, quien también se había detenido por la repentina parada de su compañera y esta le sentenció:
–Tenemos que hablar…
Continuará...
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8 may 2009
Capítulo 9. El amor pasional.
La luz de la luna llena bañaba el gran valle, sentadas en una de las colinas, dos cuerpos contemplan el hermoso cielo bañado de estrellas. Cuenta la leyenda que cuando el Poeta se junta con la Vehemencia, el amor y la pasión se aúnan. Una frase rompió el silencio:
–No se que más pedirle a la vida, lo tengo todo. Una inmensa sensación de bienestar recorre cada parte de mi ser. Para ser feliz solo necesito la luna, la brisa y, por supuesto, tu sonrisa.– la Vehemente lanzó una sonrisa de gratitud por las palabras del Poeta y se sonrojó. El joven le acarició la mejilla y sin apartar su mano prosiguió– Empecé a adorar a la naturaleza cuando vi que creó semejante obra maestra.– apartó la mano de la mejilla para coger la calida y delgada mano de la joven– Ahora entiendo el verdadero porqué de la vida y es que uno no puede morir sin ver antes tu sonrisa. Prométeme que tu sonrisa nunca desaparecerá y que nuestra llama nunca dejará de brillar. Con tal de que la llama no cese me adentraría en las llamas del peor de los avernos, pues el peor de mis tormentos sería sin duda alguna, el no volver a vernos. –la Vehemente le miró a los ojos y el Poeta pudo ver salir al ave fénix envuelto en fuego a través de la mirada seductora de la joven.
–¿Quieres fuego? Yo te daré fuego…– acto seguido la Vehemente se lanzó contra el Poeta cual pantera saltando sobre su presa desde la oscuridad de la noche. La hierba amortiguó la espalda del Poeta, quien por primera vez en mucho tiempo se había quedado sin palabras. La Vehemente le besó apasionadamente, el Poeta le acarició suavemente. Era como si el sol y la luna hiciesen el amor, la una tan fogosa el otro, tan seductor. En ese eclipse de amor y pasión se forjó una hermosa relación que haría palpitar hasta al más frío corazón.
La fogosidad y pasión de la Vehemente eran calmadas con la suavidad y ternura del Poeta, quien parecía estar escribiendo poemas con sus dedos en la suave piel de la joven. Eran dos extremos que al fusionarse habían encontrado el equilibrio.
El clímax llegó, la Vehemente, víctima de la pasión, estaba agotada. Se tumbó al lado del Poeta y se puso a recorrer el torso desnudo del joven con su dedo índice. Cuando por fin las palabras volvieron a la cabeza del Poeta este le dijo:
–Sabes que como buen poeta intentaría describir este momento con grandes y hermosas palabras, pero creo que ninguna de ellas está a la altura para describir lo que siento. Eres lo mejor que me ha pasado, una de las pocas pocas cosas que ha dejado a este humilde poeta sin palabras… Pareces agotada, si quieres te doy un masaje, es lo mínimo que puedo hacer por ti.
La joven se tumbó boca abajo y sonrió al chico como muestra de afirmación y pudo disfrutar de un masaje exótico bañada por la luz de la luna. Ninguno de los dos podía pedirle más a la vida en aquellos momentos, se sentían tan vivos. Pese a la leve brisa, era una noche calida asi que los dos amantes durmieron al raso.
Los rayos de un sol mañanero despertaron a la tierna parejita, recordaron que habían quedado con los chicos al amanecer en la Casa Vieja para hablar sobre su futuro paraíso. Tanto uno como otro sabían que aquella noche, habían alcanzado el paraíso, pero no podían faltar a su cita con sus compañeros así que se desperezaron y pusieron rumbo a la Casa Vieja. El sol despertaba y junto con él se despertaba un amor pasional, un sueño de un futuro mejor, una ilusión. La felicidad recorría el valle de los lobos cual brisa mañanera, parecían Adan y Eva…
Continuara…
–No se que más pedirle a la vida, lo tengo todo. Una inmensa sensación de bienestar recorre cada parte de mi ser. Para ser feliz solo necesito la luna, la brisa y, por supuesto, tu sonrisa.– la Vehemente lanzó una sonrisa de gratitud por las palabras del Poeta y se sonrojó. El joven le acarició la mejilla y sin apartar su mano prosiguió– Empecé a adorar a la naturaleza cuando vi que creó semejante obra maestra.– apartó la mano de la mejilla para coger la calida y delgada mano de la joven– Ahora entiendo el verdadero porqué de la vida y es que uno no puede morir sin ver antes tu sonrisa. Prométeme que tu sonrisa nunca desaparecerá y que nuestra llama nunca dejará de brillar. Con tal de que la llama no cese me adentraría en las llamas del peor de los avernos, pues el peor de mis tormentos sería sin duda alguna, el no volver a vernos. –la Vehemente le miró a los ojos y el Poeta pudo ver salir al ave fénix envuelto en fuego a través de la mirada seductora de la joven.
–¿Quieres fuego? Yo te daré fuego…– acto seguido la Vehemente se lanzó contra el Poeta cual pantera saltando sobre su presa desde la oscuridad de la noche. La hierba amortiguó la espalda del Poeta, quien por primera vez en mucho tiempo se había quedado sin palabras. La Vehemente le besó apasionadamente, el Poeta le acarició suavemente. Era como si el sol y la luna hiciesen el amor, la una tan fogosa el otro, tan seductor. En ese eclipse de amor y pasión se forjó una hermosa relación que haría palpitar hasta al más frío corazón.
La fogosidad y pasión de la Vehemente eran calmadas con la suavidad y ternura del Poeta, quien parecía estar escribiendo poemas con sus dedos en la suave piel de la joven. Eran dos extremos que al fusionarse habían encontrado el equilibrio.

El clímax llegó, la Vehemente, víctima de la pasión, estaba agotada. Se tumbó al lado del Poeta y se puso a recorrer el torso desnudo del joven con su dedo índice. Cuando por fin las palabras volvieron a la cabeza del Poeta este le dijo:
–Sabes que como buen poeta intentaría describir este momento con grandes y hermosas palabras, pero creo que ninguna de ellas está a la altura para describir lo que siento. Eres lo mejor que me ha pasado, una de las pocas pocas cosas que ha dejado a este humilde poeta sin palabras… Pareces agotada, si quieres te doy un masaje, es lo mínimo que puedo hacer por ti.
La joven se tumbó boca abajo y sonrió al chico como muestra de afirmación y pudo disfrutar de un masaje exótico bañada por la luz de la luna. Ninguno de los dos podía pedirle más a la vida en aquellos momentos, se sentían tan vivos. Pese a la leve brisa, era una noche calida asi que los dos amantes durmieron al raso.
Los rayos de un sol mañanero despertaron a la tierna parejita, recordaron que habían quedado con los chicos al amanecer en la Casa Vieja para hablar sobre su futuro paraíso. Tanto uno como otro sabían que aquella noche, habían alcanzado el paraíso, pero no podían faltar a su cita con sus compañeros así que se desperezaron y pusieron rumbo a la Casa Vieja. El sol despertaba y junto con él se despertaba un amor pasional, un sueño de un futuro mejor, una ilusión. La felicidad recorría el valle de los lobos cual brisa mañanera, parecían Adan y Eva…
Continuara…
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7 may 2009
Capitulo 8. Acabado el sueño empieza la pesadilla.
“Cuando despiertas de un maravilloso sueño, la amargura es inevitable, pues soñar dos veces lo mismo es muy difícil. Un sueño perdido es un sueño perdido.”
“Luchar por los sueños es arriesgado, puedes perderlo todo de la noche a la mañana con solo abrir los ojos, pero la vida no podría ser entendida sin sueños.”
Tras el desgarrador aullido, mi piel se erizó, tenía miedo. Al cabo de una eternidad bañada en gritos y disparos, se hizo el silencio. Pudimos calmarnos unos minutos, pero un sobresalto producido por la brusquedad con la que se habían abierto las puertas del granero, nos inquietó de nuevo. Allí estaba él, un soldado con la solapa llena de insignias y medallas. La sonrisa macabra y el resplandor anaranjado de la antorcha que llevaba en la mano izquierda le daban un aspecto demoníaco. Nos apresaron entre pataletas y mordiscos y nos llevaron a un camión, aquella pesadilla aun no había termino. Por el camino muchos niños vieron los cuerpos sin vida de sus padres, lo último que deseaba era ver a mi madre aquella noche, pero finalmente, la amargura me invadió, madre estaba tendida en el suelo, sin vida… Huérfanos de guerra, así nos llamó uno de los soldados al meternos en el camión. Nos llevaron a un monasterio cercano al valle, las monjas cuidaron de nosotros durante gran parte del periodo franquista, muchos de nosotros fueron adoptados, otros al cumplir dieciocho decidían ir a buscarse la vida otros se quedaron, pero todos prometimos volver algún día al Valle de los lobos a seguir con el paraíso que nos arrebataron, a refundar el paraíso como huérfanos de guerra…
14- 01- 1990
Refundamos la aldea Valle de lobos, nos resultó difícil dar con el lugar después de tanto tiempo, del mismo modo fue complicado volver a juntar a la mayoría de los huérfanos de guerra. Construimos una aldea aislada del mundo, pero con la democracia ya establecida y el recuerdo amargo de la infancia, nos vimos incapaces de sacar las banderas anárquicas y republicanas para adornar la calle. Además y reflexionando un poco, nuestras banderas también estaban manchadas de sangre, la guerra solo había traído desgracias para ambos bandos. Decimos guardar todos los recuerdos en la Casa Vieja, para poder olvidar el dolor de una guerra innecesaria como todas. Valle de lobos no es más que un pueblo de descanso donde desconectar de lo establecido, como cualquier otro pueblo. Se acabó soñar con el paraíso, tenemos que aceptar lo establecido…
El poeta pasó hojas en blanco en busca de algo más, pero parece ser que ahí acababa la historia, ahí acababa el sueño.
–No puede ser que termine así ¿Por qué se rinden? ¿Por qué abandonan un sueño?– dijo el poeta, el Ingeniero le respondió.
–Lo acabas de leer, cuando despiertas de un sueño y ves la amargura de la realidad con tus propios ojos, una parte de ti no quiere volver a dormirse y soñar por miedo a despertar de nuevo de un modo tan brusco y cruel.– el Ingeniero dominaba bastante bien las metáforas gracias a su agudeza, a veces al hablar en metáfora nadie le entendía.
–Vaya Ingeniero, creo que has patinado en una de tus metáforas por primera vez. No te has dado cuenta de una cosa, los puntos suspensivos del final, el hecho de que no aparezca la palabra fin, la cantidad de hojas en blanco que quedan por escribir. Parece que quien escribió el libro sentía la necesidad de no abandonar su sueño…–Dijo el Sincero, en parte, orgulloso de su descubrimiento digno del observador y analítico Ingeniero.
–Amigo, me subestimas al pensar que no había caído en ello, deduzco algo que vosotros no sabéis y que a la mayoría de ustedes les haría mucha ilusión supongo. Pero mi cabeza me dice que es una deducción demasiado arriesgada y alocada como para que mi lógica la diese como fiable, por eso ha decidido callársela. ¿Qué hace una persona que tiene miedo a soñar por poder fracasar de nuevo? Busca a gente joven, con sed de sueños, gente que no haya experimentado el fracaso, gente capaz de volver a luchar por ese sueño que no ha desaparecido, ni desaparecerá hasta que se cumpla…
Todos quedaron boquiabiertos, todos entendieron que ellos eran los que tenían que seguir con la historia, seguir con la búsqueda del paraíso…
Una voz ronca hizo que el grupo se volviese hacia el marco de la puerta, era el abuelo de la Vehemente:
–Tienes toda la razón, nosotros abandonamos nuestro sueño por miedo al fracaso, pero tal vez vosotros tengáis que abandonarlo por miedo a poder triunfar lo cual sería mucho peor. Más adelante entenderéis lo que os digo. Se que quitaros de la cabeza ese sueño es prácticamente imposible y se que por lo menos vais a intentarlo, pero solo os pido una cosa, no uséis simbología que recuerde a la guerra, aun me duele ver todo lo que hay en esta habitación.
Tras el discurso, se marchó con una lágrima en la mejilla. El anarco miró, con una sonrisa pícara, a sus compañeros y les dijo:
–Llegó la hora chicos, ahora empieza lo bueno, pongámonos manos a la obra...
La Vehemente se fue en busca de su abuelo mientras los chicos se quedaron hablando sobre cual sería la mejor forma de traer ese sueño al mundo de la realidad…
Continuará…
“Luchar por los sueños es arriesgado, puedes perderlo todo de la noche a la mañana con solo abrir los ojos, pero la vida no podría ser entendida sin sueños.”
Tras el desgarrador aullido, mi piel se erizó, tenía miedo. Al cabo de una eternidad bañada en gritos y disparos, se hizo el silencio. Pudimos calmarnos unos minutos, pero un sobresalto producido por la brusquedad con la que se habían abierto las puertas del granero, nos inquietó de nuevo. Allí estaba él, un soldado con la solapa llena de insignias y medallas. La sonrisa macabra y el resplandor anaranjado de la antorcha que llevaba en la mano izquierda le daban un aspecto demoníaco. Nos apresaron entre pataletas y mordiscos y nos llevaron a un camión, aquella pesadilla aun no había termino. Por el camino muchos niños vieron los cuerpos sin vida de sus padres, lo último que deseaba era ver a mi madre aquella noche, pero finalmente, la amargura me invadió, madre estaba tendida en el suelo, sin vida… Huérfanos de guerra, así nos llamó uno de los soldados al meternos en el camión. Nos llevaron a un monasterio cercano al valle, las monjas cuidaron de nosotros durante gran parte del periodo franquista, muchos de nosotros fueron adoptados, otros al cumplir dieciocho decidían ir a buscarse la vida otros se quedaron, pero todos prometimos volver algún día al Valle de los lobos a seguir con el paraíso que nos arrebataron, a refundar el paraíso como huérfanos de guerra…
14- 01- 1990
Refundamos la aldea Valle de lobos, nos resultó difícil dar con el lugar después de tanto tiempo, del mismo modo fue complicado volver a juntar a la mayoría de los huérfanos de guerra. Construimos una aldea aislada del mundo, pero con la democracia ya establecida y el recuerdo amargo de la infancia, nos vimos incapaces de sacar las banderas anárquicas y republicanas para adornar la calle. Además y reflexionando un poco, nuestras banderas también estaban manchadas de sangre, la guerra solo había traído desgracias para ambos bandos. Decimos guardar todos los recuerdos en la Casa Vieja, para poder olvidar el dolor de una guerra innecesaria como todas. Valle de lobos no es más que un pueblo de descanso donde desconectar de lo establecido, como cualquier otro pueblo. Se acabó soñar con el paraíso, tenemos que aceptar lo establecido…
El poeta pasó hojas en blanco en busca de algo más, pero parece ser que ahí acababa la historia, ahí acababa el sueño.
–No puede ser que termine así ¿Por qué se rinden? ¿Por qué abandonan un sueño?– dijo el poeta, el Ingeniero le respondió.
–Lo acabas de leer, cuando despiertas de un sueño y ves la amargura de la realidad con tus propios ojos, una parte de ti no quiere volver a dormirse y soñar por miedo a despertar de nuevo de un modo tan brusco y cruel.– el Ingeniero dominaba bastante bien las metáforas gracias a su agudeza, a veces al hablar en metáfora nadie le entendía.
–Vaya Ingeniero, creo que has patinado en una de tus metáforas por primera vez. No te has dado cuenta de una cosa, los puntos suspensivos del final, el hecho de que no aparezca la palabra fin, la cantidad de hojas en blanco que quedan por escribir. Parece que quien escribió el libro sentía la necesidad de no abandonar su sueño…–Dijo el Sincero, en parte, orgulloso de su descubrimiento digno del observador y analítico Ingeniero.
–Amigo, me subestimas al pensar que no había caído en ello, deduzco algo que vosotros no sabéis y que a la mayoría de ustedes les haría mucha ilusión supongo. Pero mi cabeza me dice que es una deducción demasiado arriesgada y alocada como para que mi lógica la diese como fiable, por eso ha decidido callársela. ¿Qué hace una persona que tiene miedo a soñar por poder fracasar de nuevo? Busca a gente joven, con sed de sueños, gente que no haya experimentado el fracaso, gente capaz de volver a luchar por ese sueño que no ha desaparecido, ni desaparecerá hasta que se cumpla…
Todos quedaron boquiabiertos, todos entendieron que ellos eran los que tenían que seguir con la historia, seguir con la búsqueda del paraíso…
Una voz ronca hizo que el grupo se volviese hacia el marco de la puerta, era el abuelo de la Vehemente:
–Tienes toda la razón, nosotros abandonamos nuestro sueño por miedo al fracaso, pero tal vez vosotros tengáis que abandonarlo por miedo a poder triunfar lo cual sería mucho peor. Más adelante entenderéis lo que os digo. Se que quitaros de la cabeza ese sueño es prácticamente imposible y se que por lo menos vais a intentarlo, pero solo os pido una cosa, no uséis simbología que recuerde a la guerra, aun me duele ver todo lo que hay en esta habitación.
Tras el discurso, se marchó con una lágrima en la mejilla. El anarco miró, con una sonrisa pícara, a sus compañeros y les dijo:
–Llegó la hora chicos, ahora empieza lo bueno, pongámonos manos a la obra...
La Vehemente se fue en busca de su abuelo mientras los chicos se quedaron hablando sobre cual sería la mejor forma de traer ese sueño al mundo de la realidad…
Continuará…
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Valle de lobos
26 abr 2009
Capítulo 7. Un paraíso hecho de ilusiones.
“El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados.”
“Cuando a alguien le cortan las alas de la ilusión, debe, con los pies en el suelo, andar con el corazón.”
Un paraíso hecho de ilusiones.
Por fin llegamos al esperanzador paraíso tras dos duros días de viaje y, la verdad, me decepcionó bastante. Un gran valle, cubierto por un manto de hierbajos, cuatro casas de madera, una de ellas más grande que el resto y unas cuantas ovejas pastando en un destartalado corral. Si os soy sincero, esperaba ver ángeles, preciosos telares, abundante comida, pero aquel mundo perfecto que todos esperábamos con ahínco resultó ser un fiasco. Pero yo era demasiado joven para entender nada. El primer día en aquel lugar me impactó, yo diría, de por vida. Recuerdo que el que parecía el jefe de aquel lugar, más que nada porque era el que informaba a los recién llegados, le dijo a mi madre “Señora, las cosas aquí son muy simples. Trabajará cinco horas para ganarse sus cinco créditos diarios, esta tarde se le asignará un trabajo adaptado a sus destrezas. Con esos cinco créditos diarios podrá “pagar” un techo donde cobijarse, comida con la que alimentarse y ropa con la que abrigarse usted y su hijo. Con esos créditos también pagará la educación que recibirá su hijo. En caso de que usted enferme, tendrá que ampararse en algún familiar o amigo. Mi consejo, empiece pronto a hacer amigos, aquí es fácil somos una gran familia. Es todo, disfrute de su estancia en este hermoso valle.” Aun recuerdo a la perfección la cara de madre, una lágrima resbaló por su mejilla. Entonces yo no lo sabía, pero mi madre lloraba de gratitud, nunca le habían dado tanto por tan poco. Ella tenía que trabajar yo tenía que ir al colegio ¿Qué clase de paraíso era ese?
Pasamos un año increíble, en la escuela me enseñaron cosas sorprendentes y avivaron, por así decirlo, mis ganas de aprender. Me encantaban las clases en el campo, solíamos leer poesías, estudiar a los animales de la zona. Yo tenía fascinación por los lobos, era difícil toparse con uno. Andaban siempre distantes, observándonos a nosotros. Aun recuerdo el día en el que vi mi primer lobo, sentí como su mirada fría como la nieve, me observaba desde la lejanía. Pero su fría mirada me transmitía un calor indescriptible. No se que tendría aquella mirada, pero fue como verme a mi mismo, fue como volver a sentirme parte de la naturaleza, volver a sentirme libre. Una extraña sensación recorrió mi cuerpo, un bienestar inmenso que se avivó al tomar una fuerte inhalación de aire fresco. No entendía el porqué los pastores hacían batidas para matar lobos, no entiendo como eran capaces de aquello. Por suerte, mi profesor, consiguió convencerles de que no matasen más lobos. Los pastores poseían el rebaño y no querían que unos animales salvajes les matasen algo de su propiedad. Pero los lobos solo querían sobrevivir, como lo estábamos haciendo todos en aquella aldea. Por suerte se protegió a los lobos y se convirtieron en el emblema del pueblo, representando su resistencia hacia aquellos que quisiesen arrebatarles la libertad. No mentiré si digo que fue uno de los mejores años de mi vida. Mi madre, de no ser por la pesadez que le producía el desconcierto en torno al paradero de mi padre, vivió un año de felicidad, amistad y alegría. Empezaba a entender aquella especie de paraíso. No era perfecto y tal vez por eso, parecía tan perfecto. Todos en aquel humilde poblado se ayudaban mutuamente, trabajaban por los demás y nadie holgazaneaba, pues por cinco o cuatro horas de trabajo no se moría nadie. Los inviernos eran más duros, sobrevivíamos gracias a suministros almacenados y a comida que nos llegaba del otro lado de las montañas. Soportábamos el invierno como lo hacían los lobos, con estoicismo, sin lamentarnos de su dureza y aceptando los momentos más duros, eso nos hacia más fuertes y nos permitía disfrutar más del resto del año. Recuerdo que mi madre no me había dedicado tantas horas en la vida, ojala hubiese estado mi padre…
Fue una mañana gris de 1937. A mi madre y a mí nos despertó un sonido que habíamos encerrado en lo más profundo de nuestra memoria, el sonido de las sirenas. Los demonios que se llevaron a mi padre habían vuelto, para expulsarnos del paraíso. Presas del pánico volvimos a salir al exterior, nos habían enseñado que hacer en caso de que sonasen las alarmantes y estridentes sirenas, nos dirigimos rápidamente al refugio subterráneo del viejo granero. De camino vimos a los soldados salir rápidamente de sus casas, fusil en mano, apretando bien los dientes, con los ojos rojos de rabia. Como lobos a la defensiva, los demonios venían a echarnos de aquella tierra como los pastores del pueblo intentaron hacer con los lobos. Los soldados daban miedo, en sus miradas se podía leer la frase “No podemos permitir que nos roben nuestra libertad.” Gritos de soldados salpicados por el sonido de disparos, recuerdo aquellas frases como si fuese ayer “Todos unidos, tenemos que defender a esta gente o abandonar nuestra libertad.” Mi madre y yo llegamos al granero, dejando lágrimas por el camino. Mi madre me dijo “Se un buen chico y quédate ahí abajo con el resto de niños, no hagáis ruido y no salgáis por lo que más queráis. Madre tiene que irse, pero prometo volver y llevarte de excursión a la montaña si te portas bien.” Un fuerte y calido abrazó, sello la trágica despedida. Me adentre con los ojos borrosos por las lágrimas en la oscuridad del sótano, junto a mis amigos. Mi madre y el resto de mujeres se enfundaron cartucheras y cogieron fusiles para reunirse con el resto de soldados, toda ayuda era poca. Cerré los ojos, escuchaba el llanto de muchos de mis compañeros, los disparos, los gritos, las sirenas, pero pude escuchar por encima de aquel estrepitoso cúmulo de sonidos, el aullido de un lobo que desgarró una de las noches más duras de mi vida…
Continuará...
“Cuando a alguien le cortan las alas de la ilusión, debe, con los pies en el suelo, andar con el corazón.”
Un paraíso hecho de ilusiones.
Por fin llegamos al esperanzador paraíso tras dos duros días de viaje y, la verdad, me decepcionó bastante. Un gran valle, cubierto por un manto de hierbajos, cuatro casas de madera, una de ellas más grande que el resto y unas cuantas ovejas pastando en un destartalado corral. Si os soy sincero, esperaba ver ángeles, preciosos telares, abundante comida, pero aquel mundo perfecto que todos esperábamos con ahínco resultó ser un fiasco. Pero yo era demasiado joven para entender nada. El primer día en aquel lugar me impactó, yo diría, de por vida. Recuerdo que el que parecía el jefe de aquel lugar, más que nada porque era el que informaba a los recién llegados, le dijo a mi madre “Señora, las cosas aquí son muy simples. Trabajará cinco horas para ganarse sus cinco créditos diarios, esta tarde se le asignará un trabajo adaptado a sus destrezas. Con esos cinco créditos diarios podrá “pagar” un techo donde cobijarse, comida con la que alimentarse y ropa con la que abrigarse usted y su hijo. Con esos créditos también pagará la educación que recibirá su hijo. En caso de que usted enferme, tendrá que ampararse en algún familiar o amigo. Mi consejo, empiece pronto a hacer amigos, aquí es fácil somos una gran familia. Es todo, disfrute de su estancia en este hermoso valle.” Aun recuerdo a la perfección la cara de madre, una lágrima resbaló por su mejilla. Entonces yo no lo sabía, pero mi madre lloraba de gratitud, nunca le habían dado tanto por tan poco. Ella tenía que trabajar yo tenía que ir al colegio ¿Qué clase de paraíso era ese?
Pasamos un año increíble, en la escuela me enseñaron cosas sorprendentes y avivaron, por así decirlo, mis ganas de aprender. Me encantaban las clases en el campo, solíamos leer poesías, estudiar a los animales de la zona. Yo tenía fascinación por los lobos, era difícil toparse con uno. Andaban siempre distantes, observándonos a nosotros. Aun recuerdo el día en el que vi mi primer lobo, sentí como su mirada fría como la nieve, me observaba desde la lejanía. Pero su fría mirada me transmitía un calor indescriptible. No se que tendría aquella mirada, pero fue como verme a mi mismo, fue como volver a sentirme parte de la naturaleza, volver a sentirme libre. Una extraña sensación recorrió mi cuerpo, un bienestar inmenso que se avivó al tomar una fuerte inhalación de aire fresco. No entendía el porqué los pastores hacían batidas para matar lobos, no entiendo como eran capaces de aquello. Por suerte, mi profesor, consiguió convencerles de que no matasen más lobos. Los pastores poseían el rebaño y no querían que unos animales salvajes les matasen algo de su propiedad. Pero los lobos solo querían sobrevivir, como lo estábamos haciendo todos en aquella aldea. Por suerte se protegió a los lobos y se convirtieron en el emblema del pueblo, representando su resistencia hacia aquellos que quisiesen arrebatarles la libertad. No mentiré si digo que fue uno de los mejores años de mi vida. Mi madre, de no ser por la pesadez que le producía el desconcierto en torno al paradero de mi padre, vivió un año de felicidad, amistad y alegría. Empezaba a entender aquella especie de paraíso. No era perfecto y tal vez por eso, parecía tan perfecto. Todos en aquel humilde poblado se ayudaban mutuamente, trabajaban por los demás y nadie holgazaneaba, pues por cinco o cuatro horas de trabajo no se moría nadie. Los inviernos eran más duros, sobrevivíamos gracias a suministros almacenados y a comida que nos llegaba del otro lado de las montañas. Soportábamos el invierno como lo hacían los lobos, con estoicismo, sin lamentarnos de su dureza y aceptando los momentos más duros, eso nos hacia más fuertes y nos permitía disfrutar más del resto del año. Recuerdo que mi madre no me había dedicado tantas horas en la vida, ojala hubiese estado mi padre…

Fue una mañana gris de 1937. A mi madre y a mí nos despertó un sonido que habíamos encerrado en lo más profundo de nuestra memoria, el sonido de las sirenas. Los demonios que se llevaron a mi padre habían vuelto, para expulsarnos del paraíso. Presas del pánico volvimos a salir al exterior, nos habían enseñado que hacer en caso de que sonasen las alarmantes y estridentes sirenas, nos dirigimos rápidamente al refugio subterráneo del viejo granero. De camino vimos a los soldados salir rápidamente de sus casas, fusil en mano, apretando bien los dientes, con los ojos rojos de rabia. Como lobos a la defensiva, los demonios venían a echarnos de aquella tierra como los pastores del pueblo intentaron hacer con los lobos. Los soldados daban miedo, en sus miradas se podía leer la frase “No podemos permitir que nos roben nuestra libertad.” Gritos de soldados salpicados por el sonido de disparos, recuerdo aquellas frases como si fuese ayer “Todos unidos, tenemos que defender a esta gente o abandonar nuestra libertad.” Mi madre y yo llegamos al granero, dejando lágrimas por el camino. Mi madre me dijo “Se un buen chico y quédate ahí abajo con el resto de niños, no hagáis ruido y no salgáis por lo que más queráis. Madre tiene que irse, pero prometo volver y llevarte de excursión a la montaña si te portas bien.” Un fuerte y calido abrazó, sello la trágica despedida. Me adentre con los ojos borrosos por las lágrimas en la oscuridad del sótano, junto a mis amigos. Mi madre y el resto de mujeres se enfundaron cartucheras y cogieron fusiles para reunirse con el resto de soldados, toda ayuda era poca. Cerré los ojos, escuchaba el llanto de muchos de mis compañeros, los disparos, los gritos, las sirenas, pero pude escuchar por encima de aquel estrepitoso cúmulo de sonidos, el aullido de un lobo que desgarró una de las noches más duras de mi vida…
Continuará...
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Valle de lobos
17 abr 2009
Capítulo 6: El día de la partida.
“A los osados pertenece el futuro, cuando no podemos soñar más, nos morimos.”
“Si no logras adaptarte a este mundo, solo te queda una opción, cambiarlo.”
El día de la partida.
El frío mes de noviembre bañaba las calles de Madrid, el sonido de los cañones y los disparos despertó a mi hermano pequeño que lloraba desesperadamente sin ser consciente de la situación que se estaba formando fuera de la casa. Escuché las que fueron las últimas palabras de mi padre, remitidas a mi madre “Coge a los niños y dirígete al horno de la esquina, allí os espera un camión que os llevará a un lugar seguro, está ya todo preparado. Yo, he de quedarme a defender a mis camaradas y a mis ideales, me niego a vivir como un sucio perro a las ordenes de cualquier bastardo.” Cerró de portazo y no volví a verle, ni siquiera se despidió de mí, supongo que por miedo a llorar en mi presencia, como lo estaba haciendo mi madre en aquel momento. Escuchaba los sonidos de las sirenas, como si de una manada de lobos que llorase de tristeza se tratase. Yo no entendía nada, pero el estridente sonido de disparos y cañonazos procedente de la calle me hacía pensar que el infierno se había levantado en aquella humilde calle de Madrid y tenía miedo, mucho miedo. Mi hermano y mi madre no dejaban de llorar y eso no ayudaba a calmar mis nervios, lágrimas de incertidumbre y miedo resbalaron por mi mejilla. Ayudé a mi madre como pude a cargar con el escaso equipaje. Con desconfianza salimos a la calle, mi madre con mi hermano en brazos miraba a todos lados en busca de la cruel mano de la muerte, que nos acechaba por todos los lados. Me fijé en un gran cartel que ponía “No pasarán”, en aquel momento pensé que aquel cartel iba dirigido a los demonios y que el Apocalipsis se cernía sobre Madrid. Mi madre empezó a correr hacía el horno de la esquina, tirando fuertemente de mi brazo. No me di cuenta, en aquel momento, pero mi madre se fijaba en los rostros de los cadáveres que se encontraban dispersos por la calle, con las camisas empapadas en sangre, lo último que deseaba ver era un rostro conocido como el de mi padre. Por fin llegamos a un camión repleto de gente, mujeres y niños mayoritariamente, algunos de mis amigos se encontraban en el camión, lo cual me alegró bastante. El camión partió al cabo de una hora, se nos hizo eterna. Por fin nos alejábamos del infierno, pero el hecho de alejarse de aquel calvario no alegró a los presentes, al contrarió, les entristeció aun más. Eran conscientes de que muchos familiares se quedarían atrapados en aquel infierno y jamás volverían a verlos. Yo todavía no era consciente de que a mi padre las sombras de la guerra lo iban a devorar para siempre. Mi madre siempre me recordó a mi padre como un hombre valiente que murió por defender la libertad y por llevarnos a un mundo mejor. Un mundo mejor, al cual nos dirigíamos, pero sin su compañía. El aire fresco proveniente del Norte me daba de lleno en la cara, fuese cual fuese aquel mundo, situado al Norte de España, parecía traer la esperanza a todo aquel que hablaba de ese nuevo mundo, tanto era así que empecé a preguntarme si aquello no sería el paraíso o el cielo…
Tras la intensa lectura, los chicos volvieron a quedar en silencio, ahora entendían mejor a los habitantes del pueblo.
El Ingeniero fue el primero en romper el silencio:
–Bueno, está claro ¿no?
–¿El qué? –preguntó el Sincero tras un pequeño silencio.
–Pues que el precio de la gasolina sube por culpa de la migración de las golondrinas, no te jode ¿Qué va a ser?...– El Ingeniero se quedó mirando a sus compañeros, con cara de “venga vamos”, esperando que alguien diese con lo que él ya había dado y era más que evidente. Pero su humor irónico había puesto de mal humor al resto, así que finalmente desveló él la respuesta.– El paraíso al cual se dirigen puede que sea este valle. Tan difícil no era. Estamos al Norte de Madrid, es un buen sitio para esconderse de la guerra y además todas estas cosas están aquí, con lo cual no es de extrañar que viniesen aquí, pensé que ya habíais caído en ello.
–Todos no pensamos como tú, pensé que ya habías caído en ello…–le respondió la Vehemente en un tono burlesco, le irritaba muchísimo los aires de prepotencia que reflejaba el Ingeniero gracias a su lógica.
–Cierto, yo andaba preguntándome quien escribió este libro, pues sus dotes descriptivas y su lenguaje son bastante selectos. Las dos frases del principio me han dejado estupefacto.– dijo el Poeta.
–A mi me alegra saber que son del bando de los buenos.– dijo el Anarco.
–¿Del bando de los buenos? Perdona, pero tanto unos como otros causaron miles de muertes. No creo que hayan buenos o malos, más bien una lucha para ver quien tiene razón a golpe de metralla. No creo que sea la mejor forma de solucionar las cosas ¿sabes?– dijo el Sincero.
–Sí, pero bajo mi punto de vista todo aquel que busca la libertad y se opone a la opresión es bueno.
–¿Aunque para ello tenga que matar a todo el que se entrometa?– contraatacó el Sincero. El Anarco permaneció en silencio, hasta que finalmente y muy impacientada, la Vehemente rompió el silencio por última vez.
–Bueno lee ya el segundo capitulo, que estoy ansiada por ver que les ocurre.
El Poeta reanudó la lectura en el segundo capítulo, el resto se quedó en silencio, disfrutando de cada palabra que resonaba en aquella habitación.
Continuará…
“Si no logras adaptarte a este mundo, solo te queda una opción, cambiarlo.”
El día de la partida.
El frío mes de noviembre bañaba las calles de Madrid, el sonido de los cañones y los disparos despertó a mi hermano pequeño que lloraba desesperadamente sin ser consciente de la situación que se estaba formando fuera de la casa. Escuché las que fueron las últimas palabras de mi padre, remitidas a mi madre “Coge a los niños y dirígete al horno de la esquina, allí os espera un camión que os llevará a un lugar seguro, está ya todo preparado. Yo, he de quedarme a defender a mis camaradas y a mis ideales, me niego a vivir como un sucio perro a las ordenes de cualquier bastardo.” Cerró de portazo y no volví a verle, ni siquiera se despidió de mí, supongo que por miedo a llorar en mi presencia, como lo estaba haciendo mi madre en aquel momento. Escuchaba los sonidos de las sirenas, como si de una manada de lobos que llorase de tristeza se tratase. Yo no entendía nada, pero el estridente sonido de disparos y cañonazos procedente de la calle me hacía pensar que el infierno se había levantado en aquella humilde calle de Madrid y tenía miedo, mucho miedo. Mi hermano y mi madre no dejaban de llorar y eso no ayudaba a calmar mis nervios, lágrimas de incertidumbre y miedo resbalaron por mi mejilla. Ayudé a mi madre como pude a cargar con el escaso equipaje. Con desconfianza salimos a la calle, mi madre con mi hermano en brazos miraba a todos lados en busca de la cruel mano de la muerte, que nos acechaba por todos los lados. Me fijé en un gran cartel que ponía “No pasarán”, en aquel momento pensé que aquel cartel iba dirigido a los demonios y que el Apocalipsis se cernía sobre Madrid. Mi madre empezó a correr hacía el horno de la esquina, tirando fuertemente de mi brazo. No me di cuenta, en aquel momento, pero mi madre se fijaba en los rostros de los cadáveres que se encontraban dispersos por la calle, con las camisas empapadas en sangre, lo último que deseaba ver era un rostro conocido como el de mi padre. Por fin llegamos a un camión repleto de gente, mujeres y niños mayoritariamente, algunos de mis amigos se encontraban en el camión, lo cual me alegró bastante. El camión partió al cabo de una hora, se nos hizo eterna. Por fin nos alejábamos del infierno, pero el hecho de alejarse de aquel calvario no alegró a los presentes, al contrarió, les entristeció aun más. Eran conscientes de que muchos familiares se quedarían atrapados en aquel infierno y jamás volverían a verlos. Yo todavía no era consciente de que a mi padre las sombras de la guerra lo iban a devorar para siempre. Mi madre siempre me recordó a mi padre como un hombre valiente que murió por defender la libertad y por llevarnos a un mundo mejor. Un mundo mejor, al cual nos dirigíamos, pero sin su compañía. El aire fresco proveniente del Norte me daba de lleno en la cara, fuese cual fuese aquel mundo, situado al Norte de España, parecía traer la esperanza a todo aquel que hablaba de ese nuevo mundo, tanto era así que empecé a preguntarme si aquello no sería el paraíso o el cielo…
Tras la intensa lectura, los chicos volvieron a quedar en silencio, ahora entendían mejor a los habitantes del pueblo.El Ingeniero fue el primero en romper el silencio:
–Bueno, está claro ¿no?
–¿El qué? –preguntó el Sincero tras un pequeño silencio.
–Pues que el precio de la gasolina sube por culpa de la migración de las golondrinas, no te jode ¿Qué va a ser?...– El Ingeniero se quedó mirando a sus compañeros, con cara de “venga vamos”, esperando que alguien diese con lo que él ya había dado y era más que evidente. Pero su humor irónico había puesto de mal humor al resto, así que finalmente desveló él la respuesta.– El paraíso al cual se dirigen puede que sea este valle. Tan difícil no era. Estamos al Norte de Madrid, es un buen sitio para esconderse de la guerra y además todas estas cosas están aquí, con lo cual no es de extrañar que viniesen aquí, pensé que ya habíais caído en ello.
–Todos no pensamos como tú, pensé que ya habías caído en ello…–le respondió la Vehemente en un tono burlesco, le irritaba muchísimo los aires de prepotencia que reflejaba el Ingeniero gracias a su lógica.
–Cierto, yo andaba preguntándome quien escribió este libro, pues sus dotes descriptivas y su lenguaje son bastante selectos. Las dos frases del principio me han dejado estupefacto.– dijo el Poeta.
–A mi me alegra saber que son del bando de los buenos.– dijo el Anarco.
–¿Del bando de los buenos? Perdona, pero tanto unos como otros causaron miles de muertes. No creo que hayan buenos o malos, más bien una lucha para ver quien tiene razón a golpe de metralla. No creo que sea la mejor forma de solucionar las cosas ¿sabes?– dijo el Sincero.
–Sí, pero bajo mi punto de vista todo aquel que busca la libertad y se opone a la opresión es bueno.
–¿Aunque para ello tenga que matar a todo el que se entrometa?– contraatacó el Sincero. El Anarco permaneció en silencio, hasta que finalmente y muy impacientada, la Vehemente rompió el silencio por última vez.
–Bueno lee ya el segundo capitulo, que estoy ansiada por ver que les ocurre.
El Poeta reanudó la lectura en el segundo capítulo, el resto se quedó en silencio, disfrutando de cada palabra que resonaba en aquella habitación.
Continuará…
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Valle de lobos
14 abr 2009
Capítulo 5: El misterio comienza a desvelarse.
En capítulos anteriores… Un grupo de chicos decide reformar la vieja casa deshabitada del Valle de los lobos. Entusiasmados con la propuesta, reformaron la primera planta de la casa dejándola como nueva. La Vehemente, una joven impulsiva, explicó a sus compañeros que su abuelo le había dicho que en aquella casa se escondía un recuerdo que el pueblo quería olvidar. Picados por la curiosidad hallaron una puerta cerrada con llave en el segundo piso, tras abrirla todos quedaron boquiabiertos…
Los escasos rayos de sol que se colaban entre los resquicios de una ventana tapiada con viejos listones de madera eran lo suficientemente intensos como para iluminar aquella habitación. La luz impactaba de lleno en un viejo maniquí, engalanado con un polvoriento traje de miliciana republicana, que constaba de un mono azul algo desgarrado a la altura de las rodillas, un pañuelo rojo, una gorrilla azul con birrete rojo, un brazalete rojinegro con las siglas C.N.T bordadas y un cinturón de cuero marrón en el cual se encontraba enfundada una pistola. Envejecidas banderas republicanas, anarquistas y comunistas escondían las viejas paredes de madera. Encima de la cama se podían observar cajas, de las cuales sobresalían viejos periódicos y revistas con ideologías izquierdistas. Unos once fusiles se encontraban apoyados en una de las esquinas. Encima de una mesita se encontraba una vieja gramola y unos discos de vinilo esparcidos por el suelo completaban la escena. Los chicos, aun con cara de asombro, en especial el Anarco al cual el tema de la guerra civil y todo lo relacionado con el bando más liberal le ponía los pelos como escarpias, se dispusieron a cuchichear la habitación. Todos estaban como niños la noche de reyes, ilusionados, buscando los regalos que se escondían en aquella habitación. Dentro de un armario encontraron ropa de milicianos, junto a varias cartucheras con las pistolas enfundadas colgadas del perchero. Pero, lo que de verdad les procuró verdadera fascinación, fueron las fotos que encontraron en los cajones de la mesita. Reflejaban el valle de los lobos de antaño, con jóvenes adultos que los chicos trataban de identificar como sus abuelos. Jóvenes con rifles en mano, sonrientes, con el hermoso paisaje repleto de árboles. Algo sucedió en aquel poblado durante la proclamación de la república y la dictadura de Franco y todo hacia indicar que los fundadores de aquel poblado habían luchado en el bando republicano. Miles de preguntas se formularon en la cabeza de los chicos “¿Por qué el pueblo entero quería olvidar su pasado?” “¿Por qué no quería sus abuelos que ellos se enterasen de su pasado?”

Tras el silencio producido por la fascinación que despertaban las fotos, la Vehemente desveló la pregunta que todos se hacían mentalmente:
–¿Por qué…
–Supongo que miedo a recordar un viejo fracaso…– la tajante y desoladora respuesta del Sincero hizo que el resto asintieran con la cabeza aunque dudaban un poco ante la negatividad del comentario. Todo el mundo pensaba que esa era la causa más certera. Incluso el Anarco, que no quería considerarlo como un fracaso, asintió. Pero el poeta trajo una de esas frases que tenía bien guardadas en su corazón, para hacer renacer de nuevo preguntas en torno al misterio.
–Alguien me dijo una vez que abandonamos nuestros sueños por miedo a poder fracasar o, peor aun, por miedo a poder triunfar…– todos se quedaron pensando, la cosa ya no parecía tan lógica, pero daba en que pensar, nuevas preguntas se formaron “¿Por qué tendrían miedo a que nosotros nos sintiésemos interesados por su historia?” El Anarco que había seguido indagando en la propiedad privada, encontró un viejo cuaderno de cuero, limpió de polvo el titulo del libro con la mano y volvió con el grupo que se encontraba viendo las fotos rodeando la gramola.
–Sea cual sea la causa de ocultarnos esto, esta claro que aquí encontraremos la respuesta.– dijo el Anarco mientras dejaba caer el libro en medio del grupo, encima de la gramola, todos pudieron leer el titulo del libro con letras doradas “Nuestro viaje a utopía.”. El titulo llamó muchísimo la atención al Poeta, era justo lo que buscaba.
El Ingeniero ya tenía suficientes pistas como para deducir gran parte del misterio, pero no quería decir nada por no desvelar el misterio al resto del grupo y romper con la intriga que se había formado. No obstante había algo que no le cuadraba en aquella habitación y se había percatado desde el primer momento de ser abierta. Era el hecho de que la bandera comunista, la anarquista y la republicana se encontrasen en la misma habitación, ese hecho le habían dejado absorto de todo lo demás, su mente trataba de encontrar una respuesta, sin encontrar otra que el hecho de que, pese a las diferencias, tenían un enemigo común.
Todos rodearon el libro con interés y se dispusieron a leer el primer capítulo…
Continuara…
(Quería publicar este capitulo después de pascua, pero ya lo he terminado y encima hoy es el día de la República, así que me viene que ni pintado, jeje.)
Los escasos rayos de sol que se colaban entre los resquicios de una ventana tapiada con viejos listones de madera eran lo suficientemente intensos como para iluminar aquella habitación. La luz impactaba de lleno en un viejo maniquí, engalanado con un polvoriento traje de miliciana republicana, que constaba de un mono azul algo desgarrado a la altura de las rodillas, un pañuelo rojo, una gorrilla azul con birrete rojo, un brazalete rojinegro con las siglas C.N.T bordadas y un cinturón de cuero marrón en el cual se encontraba enfundada una pistola. Envejecidas banderas republicanas, anarquistas y comunistas escondían las viejas paredes de madera. Encima de la cama se podían observar cajas, de las cuales sobresalían viejos periódicos y revistas con ideologías izquierdistas. Unos once fusiles se encontraban apoyados en una de las esquinas. Encima de una mesita se encontraba una vieja gramola y unos discos de vinilo esparcidos por el suelo completaban la escena. Los chicos, aun con cara de asombro, en especial el Anarco al cual el tema de la guerra civil y todo lo relacionado con el bando más liberal le ponía los pelos como escarpias, se dispusieron a cuchichear la habitación. Todos estaban como niños la noche de reyes, ilusionados, buscando los regalos que se escondían en aquella habitación. Dentro de un armario encontraron ropa de milicianos, junto a varias cartucheras con las pistolas enfundadas colgadas del perchero. Pero, lo que de verdad les procuró verdadera fascinación, fueron las fotos que encontraron en los cajones de la mesita. Reflejaban el valle de los lobos de antaño, con jóvenes adultos que los chicos trataban de identificar como sus abuelos. Jóvenes con rifles en mano, sonrientes, con el hermoso paisaje repleto de árboles. Algo sucedió en aquel poblado durante la proclamación de la república y la dictadura de Franco y todo hacia indicar que los fundadores de aquel poblado habían luchado en el bando republicano. Miles de preguntas se formularon en la cabeza de los chicos “¿Por qué el pueblo entero quería olvidar su pasado?” “¿Por qué no quería sus abuelos que ellos se enterasen de su pasado?”

Tras el silencio producido por la fascinación que despertaban las fotos, la Vehemente desveló la pregunta que todos se hacían mentalmente:
–¿Por qué…
–Supongo que miedo a recordar un viejo fracaso…– la tajante y desoladora respuesta del Sincero hizo que el resto asintieran con la cabeza aunque dudaban un poco ante la negatividad del comentario. Todo el mundo pensaba que esa era la causa más certera. Incluso el Anarco, que no quería considerarlo como un fracaso, asintió. Pero el poeta trajo una de esas frases que tenía bien guardadas en su corazón, para hacer renacer de nuevo preguntas en torno al misterio.
–Alguien me dijo una vez que abandonamos nuestros sueños por miedo a poder fracasar o, peor aun, por miedo a poder triunfar…– todos se quedaron pensando, la cosa ya no parecía tan lógica, pero daba en que pensar, nuevas preguntas se formaron “¿Por qué tendrían miedo a que nosotros nos sintiésemos interesados por su historia?” El Anarco que había seguido indagando en la propiedad privada, encontró un viejo cuaderno de cuero, limpió de polvo el titulo del libro con la mano y volvió con el grupo que se encontraba viendo las fotos rodeando la gramola.
–Sea cual sea la causa de ocultarnos esto, esta claro que aquí encontraremos la respuesta.– dijo el Anarco mientras dejaba caer el libro en medio del grupo, encima de la gramola, todos pudieron leer el titulo del libro con letras doradas “Nuestro viaje a utopía.”. El titulo llamó muchísimo la atención al Poeta, era justo lo que buscaba.
El Ingeniero ya tenía suficientes pistas como para deducir gran parte del misterio, pero no quería decir nada por no desvelar el misterio al resto del grupo y romper con la intriga que se había formado. No obstante había algo que no le cuadraba en aquella habitación y se había percatado desde el primer momento de ser abierta. Era el hecho de que la bandera comunista, la anarquista y la republicana se encontrasen en la misma habitación, ese hecho le habían dejado absorto de todo lo demás, su mente trataba de encontrar una respuesta, sin encontrar otra que el hecho de que, pese a las diferencias, tenían un enemigo común.
Todos rodearon el libro con interés y se dispusieron a leer el primer capítulo…
Continuara…
(Quería publicar este capitulo después de pascua, pero ya lo he terminado y encima hoy es el día de la República, así que me viene que ni pintado, jeje.)
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9 abr 2009
Capítulo 4. La reforma y el misterio...
Los chicos se habían propuesto restaurar toda la primera planta en el trascurso de una semana. La segunda planta quedaba pendiente para la semana siguiente y ni siquiera se habían molestado en explorarla. Tras una semana de arduo trabajo, los avances que se observaban en la planta baja eran increíbles, los chicos habían limpiado paredes y suelo para, posteriormente, barnizarlos. Se habían retirado los listones de las ventanas, las habían limpiado y habían repuesto los cristales rotos. Con la iluminación del exterior y el barniz, la casa relucía como si estuviese aun por estrenar. Se restauraron los muebles que se pudieron salvar y los que no tenían utilidad alguna fueron desechados.
La instalación eléctrica era muy vieja, con cables gruesos de cobre revestidos con tela barnizada como aislante, todo un peligro, pero, por suerte, el Ingeniero, también apodado el Chispas por su gran devoción por la electricidad y la tecnología, realizó una eficiente y moderna instalación eléctrica. Instalación que permitía enchufar la nevera y el equipo de música que habían incorporado en la casa los chicos, hay que decir que la nevera era vieja y ya no la usaba nadie, pero funcionaba y eso les bastaba. Los chicos podían gastar toda la electricidad que quisiesen, sin cargar la factura al viejo dueño de la casa, ya que debido al reducido tamaño del pueblo, todo el suministro eléctrico era producido por cuatro molinos de viento y diez placas solares. La instalación del agua corriente era un poco más compleja ya que ninguno de los jóvenes sabía nada de ese tipo de instalaciones y no sabían por donde empezar con ella, así que no tenían agua corriente en la casa.
El Poeta, que debería ser apodado en realidad el Artista de guante blanco, ya que destacaba su creatividad en cualquier arte, en sus ratos libres había dibujado un par de cuadros para decorar el salón con vivos paisajes del hermoso valle y estaba trabajando en un nuevo cuadro en el que aparecían los cinco amigos con pose de superhéroes en plan caricatura.
La Vehemente se encargaba de la decoración general, el Ingeniero discutía muchas veces con ella por la distribución de los muebles, ya que él buscaba la funcionalidad y ella la estética. Un día, la Vehemente, aprovechando que una de las paredes de madera, la que separaba la cocina del salón, estaba muy dañada debido a la humedad, decidió impulsivamente derribar la pared para unir el salón con la cocina, lo cual le dio a la casa un toque muy sofisticado. Este acto impulsivo de la Vehemente no molestó a sus compañeros, entre otras cosas porque les resultaba gracioso ver a su amiga, hacha en mano, ensañándose con la pobre pared que quedaba indefensa ante la alocada joven. Aunque en aquel momento de enajenación mental el Sincero no pudo evitar soltar el comentario “Tendremos que ir con cuidado con esta chica, si le dejamos hacer nos puede echar la casa abajo.”
El Sincero era el encargado de supervisar las decisiones y el trabajo, nadie tomaba decisiones sin consultarle, nadie salvo la Vehemente en determinados ataques de transición mental. Si alguien hacía algo mal o se podía mejorar él era el único que lo decia sin reparos.
Por último, el Anarco era el que más trabajaba. Parecía incansable, era como si le fuese la vida en restaurar aquella casa. Su secreto, cómo no, la libertad. Todos tenían un horario de trabajo que tenían que cumplir, un par de horas por la mañana y tres horas por la tarde, después de la siesta. Pero el Anarco no, el Anarco les propuso a sus cuatro amigos un cambio, él no tendría horarios y a cambio trabajaría una hora más al día. Sus compañeros aceptaron, entre otras cosas porque sabían que cuando el Anarco se sentía libre era capaz de todo y porque se fiaban de él. El resultado, el Anarco se pasaba prácticamente todo el día en aquella casa, incluso se quedaba hasta altas horas de la noche trabajando una vez instaladas las bombillas. Además con la flexibilidad de horario el Anarco prácticamente nunca trabajaba a desgana, lo cual se veía reflejado en el buen resultado de su trabajo. De no ser por él la casa no hubiese mejorado tanto en tan poco tiempo.
El domingo ya disponían de una casa habitable, salvo por el problema del agua corriente, y allí estaban ellos, regocijándose en los cómodos sofás que habían restaurado y disfrutando de buen rock y de unos sabrosos aperitivos, aquello era vida. La Vehemente saltó del sofá, en el que se encontraba acurrucada junto al Poeta, y subió rapidamente por las escaleras al segundo piso. Temiendo cualquier locura el resto la siguió. Al subir vieron a la joven abriendo todas las puertas de los pasillos, comprobando que la mayoría de puertas escondían habitaciones con camas individuales. Lo cual tranquilizó a los chicos, ya que en la planta baja solo había un gran salón, una cocina y un cuarto de baño inutilizado por falta de agua corriente, por suerte arriba abrían unos cuatro dormitorios, uno de ellos más grande por ser de matrimonio. Tras abrir la puerta de la habitación de matrimonio la Vehemente le lanzó una pícara mirada al Poeta y todos supieron para quien sería la habitación de matrimonio. El Poeta se sonrojó ante la mirada burlesca de sus compañeros que le observaban con cara de pillos. Tenían bastante trabajo en la planta de arriba, pero nada que no pudiesen arreglar. Los chicos, al ver a la Vehemente tan desesperada, parecía estar buscando algo, le preguntaron que era lo que intentaba descubrir y ella respondió mientras abría viejos armarios llenos de ropa vieja y apolillada:
–Veréis, le conté a mi abuelo que estábamos reformando la vieja casa y este me dijo que esta casa esconde viejos recuerdos, recuerdos que el pueblo entero quiere olvidar. Me aconsejó no rebuscar en los recuerdos y me dijo con lágrimas en los ojos que los recuerdos, buenos o malos, hacen daño al ser recordados después de tanto tiempo. Yo pensaba que lo decía porque en esta casa vivió alguien importante para el pueblo o algo así, pero no quise darle mucha importancia entre otras cosas porque mi abuelo suele dramatizar mucho e inventarse muchas historietas, llevo sus genes, le conozco. Pero el caso es que tras días insistiéndole, no ha querido soltar prenda, así que me he propuesto descubrirlo por mi misma. –Todos se pusieron a rebuscar por los cajones tras aquel misterio que se había formado en torno a aquella vieja casa.
Tras unos minutos de búsqueda en los cuales no encontraron más que trapos viejos, el grupo se detuvo ante una puerta cerrada con llave, la habitación parecía bastante grande, la joven preguntó:
–Esta cerrada con llave ¿Qué hacemos ahora?...– Antes de que nadie pudiese responder, se tuvieron que apartar porque el Anarco, al grito de “Me cago en la propiedad privada”, lanzó una patada a la puerta y la frágil cerradura dejó de cumplir su función.
Todos se asomaron para ver el interior de la sala desde el marco de la puerta y todos quedaron boquiabiertos, en especial el Anarco, al cual le brillaban los ojos al ver lo que aquella habitación guardaba…
Continuará…
(Bueno, se que este texto me ha quedado muy soso, pero espero haberos dejado con la miel en la boca. Si lo he conseguido, os tendréis que esperar a que pasen las Pascuas para saber que hay en la habitación. Pero no esperéis algo demasiado extraño, que luego os quejareis, jeje.)
La instalación eléctrica era muy vieja, con cables gruesos de cobre revestidos con tela barnizada como aislante, todo un peligro, pero, por suerte, el Ingeniero, también apodado el Chispas por su gran devoción por la electricidad y la tecnología, realizó una eficiente y moderna instalación eléctrica. Instalación que permitía enchufar la nevera y el equipo de música que habían incorporado en la casa los chicos, hay que decir que la nevera era vieja y ya no la usaba nadie, pero funcionaba y eso les bastaba. Los chicos podían gastar toda la electricidad que quisiesen, sin cargar la factura al viejo dueño de la casa, ya que debido al reducido tamaño del pueblo, todo el suministro eléctrico era producido por cuatro molinos de viento y diez placas solares. La instalación del agua corriente era un poco más compleja ya que ninguno de los jóvenes sabía nada de ese tipo de instalaciones y no sabían por donde empezar con ella, así que no tenían agua corriente en la casa.
El Poeta, que debería ser apodado en realidad el Artista de guante blanco, ya que destacaba su creatividad en cualquier arte, en sus ratos libres había dibujado un par de cuadros para decorar el salón con vivos paisajes del hermoso valle y estaba trabajando en un nuevo cuadro en el que aparecían los cinco amigos con pose de superhéroes en plan caricatura.
La Vehemente se encargaba de la decoración general, el Ingeniero discutía muchas veces con ella por la distribución de los muebles, ya que él buscaba la funcionalidad y ella la estética. Un día, la Vehemente, aprovechando que una de las paredes de madera, la que separaba la cocina del salón, estaba muy dañada debido a la humedad, decidió impulsivamente derribar la pared para unir el salón con la cocina, lo cual le dio a la casa un toque muy sofisticado. Este acto impulsivo de la Vehemente no molestó a sus compañeros, entre otras cosas porque les resultaba gracioso ver a su amiga, hacha en mano, ensañándose con la pobre pared que quedaba indefensa ante la alocada joven. Aunque en aquel momento de enajenación mental el Sincero no pudo evitar soltar el comentario “Tendremos que ir con cuidado con esta chica, si le dejamos hacer nos puede echar la casa abajo.”
El Sincero era el encargado de supervisar las decisiones y el trabajo, nadie tomaba decisiones sin consultarle, nadie salvo la Vehemente en determinados ataques de transición mental. Si alguien hacía algo mal o se podía mejorar él era el único que lo decia sin reparos.
Por último, el Anarco era el que más trabajaba. Parecía incansable, era como si le fuese la vida en restaurar aquella casa. Su secreto, cómo no, la libertad. Todos tenían un horario de trabajo que tenían que cumplir, un par de horas por la mañana y tres horas por la tarde, después de la siesta. Pero el Anarco no, el Anarco les propuso a sus cuatro amigos un cambio, él no tendría horarios y a cambio trabajaría una hora más al día. Sus compañeros aceptaron, entre otras cosas porque sabían que cuando el Anarco se sentía libre era capaz de todo y porque se fiaban de él. El resultado, el Anarco se pasaba prácticamente todo el día en aquella casa, incluso se quedaba hasta altas horas de la noche trabajando una vez instaladas las bombillas. Además con la flexibilidad de horario el Anarco prácticamente nunca trabajaba a desgana, lo cual se veía reflejado en el buen resultado de su trabajo. De no ser por él la casa no hubiese mejorado tanto en tan poco tiempo.
El domingo ya disponían de una casa habitable, salvo por el problema del agua corriente, y allí estaban ellos, regocijándose en los cómodos sofás que habían restaurado y disfrutando de buen rock y de unos sabrosos aperitivos, aquello era vida. La Vehemente saltó del sofá, en el que se encontraba acurrucada junto al Poeta, y subió rapidamente por las escaleras al segundo piso. Temiendo cualquier locura el resto la siguió. Al subir vieron a la joven abriendo todas las puertas de los pasillos, comprobando que la mayoría de puertas escondían habitaciones con camas individuales. Lo cual tranquilizó a los chicos, ya que en la planta baja solo había un gran salón, una cocina y un cuarto de baño inutilizado por falta de agua corriente, por suerte arriba abrían unos cuatro dormitorios, uno de ellos más grande por ser de matrimonio. Tras abrir la puerta de la habitación de matrimonio la Vehemente le lanzó una pícara mirada al Poeta y todos supieron para quien sería la habitación de matrimonio. El Poeta se sonrojó ante la mirada burlesca de sus compañeros que le observaban con cara de pillos. Tenían bastante trabajo en la planta de arriba, pero nada que no pudiesen arreglar. Los chicos, al ver a la Vehemente tan desesperada, parecía estar buscando algo, le preguntaron que era lo que intentaba descubrir y ella respondió mientras abría viejos armarios llenos de ropa vieja y apolillada:
–Veréis, le conté a mi abuelo que estábamos reformando la vieja casa y este me dijo que esta casa esconde viejos recuerdos, recuerdos que el pueblo entero quiere olvidar. Me aconsejó no rebuscar en los recuerdos y me dijo con lágrimas en los ojos que los recuerdos, buenos o malos, hacen daño al ser recordados después de tanto tiempo. Yo pensaba que lo decía porque en esta casa vivió alguien importante para el pueblo o algo así, pero no quise darle mucha importancia entre otras cosas porque mi abuelo suele dramatizar mucho e inventarse muchas historietas, llevo sus genes, le conozco. Pero el caso es que tras días insistiéndole, no ha querido soltar prenda, así que me he propuesto descubrirlo por mi misma. –Todos se pusieron a rebuscar por los cajones tras aquel misterio que se había formado en torno a aquella vieja casa.
Tras unos minutos de búsqueda en los cuales no encontraron más que trapos viejos, el grupo se detuvo ante una puerta cerrada con llave, la habitación parecía bastante grande, la joven preguntó:–Esta cerrada con llave ¿Qué hacemos ahora?...– Antes de que nadie pudiese responder, se tuvieron que apartar porque el Anarco, al grito de “Me cago en la propiedad privada”, lanzó una patada a la puerta y la frágil cerradura dejó de cumplir su función.
Todos se asomaron para ver el interior de la sala desde el marco de la puerta y todos quedaron boquiabiertos, en especial el Anarco, al cual le brillaban los ojos al ver lo que aquella habitación guardaba…
Continuará…
(Bueno, se que este texto me ha quedado muy soso, pero espero haberos dejado con la miel en la boca. Si lo he conseguido, os tendréis que esperar a que pasen las Pascuas para saber que hay en la habitación. Pero no esperéis algo demasiado extraño, que luego os quejareis, jeje.)
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7 abr 2009
Capítulo 3. El Equipo al completo.

Cuatro figuras humanas se perfilaban entre las sombras, cuatro desconocidos en una misma sala, se silenciaron al escuchar pasos fuera de la casa. La puerta mugrienta se abrió y la luz del exterior dejó visible una de las cuatro figuras, se trataba de la amiga del Poeta y allí estaba él, en el marco de la puerta, ensalzado por la luz del exterior, como si fuese un dios. Saludó levemente con la cabeza sin articular palabra, se acercó a las cuatro figuras y encendió un par de velas para iluminar un poco la sala. Las otras tres figuras quedaron al fin reconocibles, se trataba de tres viejos amigos. El silencio reinó por unos segundos, estaban mirándose los unos a los otros, parecían estar esperando a ver quien era el pistolero que desenfundaba primero. El Sincero, apodado así por no andarse con rodeos y poner siempre la verdad por delante, se levantó impaciente y dijo:
–Bueno…¿se nos va a informar del plan o nos podemos marchar ya?
El Poeta sonrió y negó con la cabeza al ver como su amigo no parecía haber cambiado, descruzo sus brazos y les explicó la situación:
–Relájate, chico. Hace casi un año que no os veo y, la verdad, no habéis cambiado mucho. Ayer llegué a este maravilloso valle y un cúmulo de sentimientos y recuerdos inundaron mi cabeza, tenía tantas ganas de veros, chicos…– Esta vez fue el Sincero quien negó con la cabeza al ver que, como siempre, el Poeta empezaba a adornar sus palabras con florituras y demás mamarrachadas. La relación entre el Poeta y el Sincero se tambaleaba a veces, ya que parecían el sol y la luna. La amiga del Poeta, apodada la Vehemente, por dejarse llevar por sus impulsos, se ruborizó al recordar el día anterior, día que pasó junto al Poeta viendo anochecer y recordando viejos tiempos.– Ha sido un buen año para mí y espero que también para vosotros, ya nos pondremos al día. He convocado esta urgente reunión, porque tengo que contaros algo. Ayer, la Vehemente y yo acordamos reformar esta vieja casa, para hacer de ella nuestra casa y nuestra sala de ocio…
Uno de los amigos sonrió y su sonrisa era un claro indicador de que su laboriosa mente había caído en algo que el resto no sabían, se trataba del Ingeniero, apodado así por usar la lógica para deducir o solucionar todo lo que le rodeaba. Tras la sonrisa del ingeniero, el silencio se hizo palpable pues todos esperaban su respuesta, cambió su postura y dijo:
–Y has pensado que nosotros podíamos ayudarte…– eso estaba claro, pero el ingeniero tenía otra información en la manga– ¿Podemos llamaros ya la parejita feliz o tenemos que esperar un poco más?– la Vehemente bajó su mirada por timidez, el Poeta se quedó mirando seriamente al Ingeniero y le preguntó:
–¿Qué te hace pensar eso?– de nuevo la sonrisa del Ingeniero, seguida de una negación de cabeza debido a lo fácil que se lo estaban poníendo.
–Primero, ayer quedaste sólo con ella y durante todo el día por lo que deduzco y, obviamente, pasaste de nosotros, ya que ni siquiera nos enteramos de que llegaste al valle. Además, hablasteis de reformar esta casa, lo que me hace suponer que os visteis aquí dentro para que nadie os viese y tener cierta intimidad. El hecho de que buscases intimidad me hace pensar que no quedasteis solo para hablar. Segundo, cuando he lanzado la pregunta, la señorita ha bajado su mirada avergonzada, lo cual indica que algo si que hay, al menos por su parte. Tercero el hecho de que lances una pregunta en lugar de una negación me da a entender que estás interesado en saber cuales han sido tus errores para evitar que te descubran otras personas, luego si hay algo. ¿Sigo o te hace falta algún punto más?…– La Vehemente se dejó llevar por la rabia que le producía la lógica aplastante del Ingeniero y dijo algo irritada:
–Sí, estamos saliendo ¿Te parece mal o tu sofisticado cerebrito no logra entenderlo?– esta vez, la reacción del Ingeniero no fue una sonrisa, fue una carcajada burlesca al confirmar su hipótesis.
–Cuarto, las tres deducciones anteriores eran un anzuelo, para que Vehemente picase y corroborase mis deducciones, parece mentira que no me conozcáis. Tranquila Vehemente, no me parece mal en absoluto, al contrario estoy contento por ello. Pero creo que era mi obligación decodificar esa parte de la información, que creo que todos deberíamos saber.
El Ingeniero no solía hablar mucho, pues casi siempre estaba atento observando su entorno, pero cuando hablaba dejaba a todos un poco chafados, además era bueno usando la ironía y el sarcasmo, lo cual le volvía un poco duro y cruel.
Por fin se decidió a hablar la última silueta, se trataba del Anarco (abreviación de Anarco-comunista, su mote inicial que rápidamente fue abreviado), apodado así por ser un libertino que añoraba la libertad y no soportaba que nadie le diese órdenes o abusase del poder.
–Muy bien, aclarado ese punto, volvamos a lo que me interesa. El plan consiste en reformar esta vieja casa para dejarla habitable y montarnos aquí las fiestas ¿no? Me parece bien siempre y cuando trabajemos todos juntos, calculo que una semana o así estará más o menos lista si nos ponemos manos a la obra, me gusta la idea. Lo primero será quitar los tablones de todas las ventanas para que entre un poco de luz…
–Pero esta casa será de alguien.– Puntualizó el Sincero.
–Que más da, si es de alguien y está abandonada será por que no la quiere, nosotros la queremos así que ahora es nuestra hasta que alguien la reclame.– dijo el Anarco.
–Además se supone qué vamos a arreglarla, no a dejarla peor, dudo que pueda quedar peor. Si viene el dueño a reclamar y ve que su casa está mejor que como la dejó, no creo que se enfade por haber tenido ocupas. Esta casa lleva abandonada desde que estrenamos la conciencia, no creo que vengan a reclamar esta porquería ahora.– Explicó el Ingeniero
–Muy bien ¿nos ponemos manos a la obra entonces?– dijo la Vehemente con una sonrisa de oreja a oreja, al ver que la idea del Poeta empezaba a cuajar.
Un sí unánime retumbó en la sala y todos corrieron cada uno por su lado a hacer su trabajo…
Continuara…
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5 abr 2009
Capítulo 2. Forjando un nuevo mundo.

Él se encontraba reclinado en la sucia pared de aquella vieja casa abandonada, con un pie en el suelo y otro en la pared, típica postura de aquel que espera en la parada del autobús, pensativo. No le importaba lo más mínimo que su chaqueta negra se ensuciase, cabizbajo y con la mirada pérdida entre la polvareda del suelo vivía preso de sus pensamientos, su mente había echado a volar…
Una voz femenina y dulce rompió el silencio con suavidad –Eh tú, vuelve. ¿Ya empiezas otra vez con tus viajes mentales? ¿En que estás pensando? Si no te importa decírmelo, claro...
Entonces él levantó su cabeza sobresaltado, por unos instantes se había olvidado de ella. Ella se encontraba enfrente del chico, sentada en el sucio suelo, con los dos brazos cruzados sobre sus rodillas, típica postura de aquel que contempla sentado un inmenso horizonte sobre el cual reflexionar. Una ventana semicerrada con tres listones de madera dejaba pasar por sus resquicios la luz de un soleado día de verano que iluminando la esplendida figura de la joven, figura que relucía entre tanta luz blanca reflejo del polvoriento suelo. Él se fijó en su sonrisa y se la devolvió mientras depositaba su pie izquierdo en el suelo, dejando la huella de una suela de zapato en la pared, no una huella de suciedad, sino de limpieza, pues toda la pared de madera estaba llena de polvo. Con rostro serio avanzó hacia la joven, sorteando muebles viejos y dañados por el paso del tiempo, trató de explicarle sus pensamientos a la joven que no apartaba su mirada del chico:
–Estaba pensando, en como vivimos nuestras vidas y el urdido telar de las metáforas me ha hecho entender que la vida es nuestra más íntima compañera.– el joven por fin llegó a la altura de su camarada y se sentó a su vera. Ella le cogió de la mano y este prosiguió con su explicación– Verás…Cuando nací me presentaron la que sería mi vida. Al principio no confiaba en ella, cada vez que esta me hablaba me traía problemas, retos y lecciones. Cuanto más me hablaba más vivo me sentía, pero me traía tantos problemas que al principio me asustó y desconfié de ella. Era demasiado joven para entenderla, pero poco a poco fui conociéndola, fui tratando de resolver esos problemas y retos que me proponía. Para solucionar cada problema era necesario que meditase en silencio. En esos instantes en los que estaba tratando de resolver los problemas de mi vida fue cuando me enamoré de ella. Para seducirla me propuse resolver todos sus problemas y preguntas, para que fuese feliz. Aceptaba cada problema y cada reto con una sonrisa, pues sabía que a cada paso avanzado, estaba más cerca de seducirla. Fue entonces cuando me di cuenta de que hablar sirve para demostrar que uno está vivo, que uno ha solucionado sus problemas con la vida, y callar sirve para demostrar que uno está enamorado, que está tratando de solucionar los problemas de la vida para aferrarse aun más a ella. Por lo tanto vivir no es otra cosa que aprender a conversar con la vida para intentar seducirla. Llevo años conversando con ella y nuestra relación mejorará con el tiempo. Hasta que llegue el dia en que nuestra relación termine. Cuando ese día llegue espero que, en mi lecho de muerte y con una sonrisa de oreja a oreja, pueda decir “Me he follado a la vida tantas veces, he gozado tanto con ella que voy a morir felizmente agotado.”…
Ante la sinceridad del joven el silencio apareció durante unos segundos. Hasta que la voz femenina volvió a silenciar el silencio:
–Vaya y luego te extraña cuando te llamamos “el poeta que habla en prosa”– el Poeta sonrió mientras negaba con la cabeza al ver que no se podía librar del mote– Eres todo un romántico de la vida, pero ante una novia como esa tus pretendientes lo tendrán difícil ¿no?
–Todo lo contrario mi buen amiga, amar la vida hace que ame y aprecie todo lo que se encuentre en ella. Todo aquello que forme parte de mi vida puede llegar a enamorarme.
–Vaya no había caído– la joven quiso preguntarle si ella formaba parte de su vida, pero no se atrevió, por miedo a una simple negación. Se quedó mirando los ojos del chico peligrosamente. Decidió lanzar una pregunta para no delatar sus sentimientos– La vida tiene muchos defectos ¿Cómo puedes enamorarte de ella?
El Poeta se levantó y se dirigió a la ventana contemplando por uno de los resquicios el exterior, como aquel que recuerda con nostalgia algo– Verás, según dicen la perfección nos deja atónitos y fascinados, pero lo que de verdad nos enamora, son los defectos. La vida está llena de problemas, es por eso que actúo como un romántico ante ella. Dicen que para un romántico no corren malos tiempos, un romántico disfruta tanto tratando de solucionar los problemas de la vida como cuando ya los ha solucionado. El único momento malo para un romántico es cuando deja de soñar, cuando deja de tener metas por alcanzar, cuando deja de tener retos que superar…
Mientras el Poeta hablaba ella se había levantado y se había situado detrás de él sin que este se diese cuenta y le susurró al oído mientras le abrazaba– Entonces ¿Cuál es tu mayor meta?– Él sintió un escalofrío por todo su cuerpo tras el abrazo, volviéndose hacia ella le dijo– Mi mayor meta es construir un mundo donde todos sean felices…– Ella bajó su mirada al suelo avergonzada por lo que diría a continuación– Yo soy feliz a tu lado…– Él acarició la fina mejilla de la joven para sonsacarle una sonrisa– Entonces ven, ven conmigo a ese nuevo mundo que construiré para ti…– Sin esperar respuesta el Poeta le besó y los dos bañados por la luz que tímidamente entraba por la ventana se abrazaron…
Continuará…
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