7 feb 2009

Sentenciados.


Un rebaño de personas se dirige hacia un mismo sitio, todos andan igual, mirando al suelo y con los ojos apagados, sin brillo. No hablan unos con otros, no se miran. Uno habla con su móvil de última generación, otro adelanta a los demás y todos van a alargar el periodo de sus penas y acortar el de su suicidio, van a hacerlo por falta de sentido común. Se creen lo que los más troleros dicen. Por la radio oyen tragedias, las leen en los periódicos, las ven en las notícias y las huelen en el ambiente, pero no se dan cuenta; no quieren o no pueden. Es triste, en teoría, son libres, o eso dijo alguien, también en teoría, ellos desean la libertad, ¿Por qué vuelven a reforzar sus cadenas? Les tendría que haber bastado, pero ya se sabe que los humanos son los únicos que tropiezan dos ( y más, muchas más, en este caso,) veces con la misma piedra. Entran todos en una sala. Ha llegado la hora de comprarse otro collar, de cambiar de dueño y pasar a uno idéntico o de seguir con el mismo: No hay mucha diferencia a pesar de lo que dicen que significan esos nombres en mayúsculas y aunque muchos lo nieguen rotundamente. Todos son nombres de grupos de peces gordos sin escrúpulos, y eso les hace iguales. En cada papel se escribe la cruz a quien cada uno considere que debe de crucificarle, nunca se sabe como puede funcionar la mente de los que ya están sentenciados, los que se sentencian cada dos por tres. Los pobres sentenciados lanzan sus papeletas, ¿qué inepto cogerá los mandos de millones de vidas esta vez? Apuestan todos a perder y perderán. Se van y después, esperan ansiosos, ¿a qué? ¿a quién? Quizás no entienden que el ansia de espera es la de la continuación de un fin que están creando... sería lógico tratándose de espécies sin sentido común... también es lógico que yo no lo entienda, y es que no me he rendido, seguiré sin apostar por mi sentencia.


¿Qué pasaría si todos votáramos en blanco?

1 comentario:

cuenk dijo...

Desgraciadamente, los seres humanos siempre necesitaremos de alguien que nos guíe. En mi caso, ese hecho es debido a que tenemos miedo al fracaso, tenemos miedo a asumir responsabilidades. Por eso elegimos a alguien para que cargue con el muerto en caso de que las cosas salgan mal. Eso explica el éxito de la democracia, asegura a millones de personas, les libra de miles de responsabilidades. Los votantes son como críos, necesitan a alguien que les diga que han de hacer, necesitan a alguien que decida por ellos. No, los niños no deberían comportarse así. Un grupo de niños pequeños juega a futbol sin elegir un líder de equipo. Todos son felices, todos asumen su papel en el equipo. Uno lo harán mejor, otros peor, pero todos se sienten dentro de un grupo. Cuando pierden se apoyan los unos a los otros. Cuando ganan lo celebran juntos. Las cosas empeoran cuando se establece un líder en el equipo. Los demás niños se entregan a él, ya ni se molestan en esforzarse, el líder les hará ganar el partido. La presión del líder aumenta, empieza a fallar, sus compañeros se mosquean con él. Él se mosquea, se deprime, sus compañeros le odian, les ha fallado, riñe con ellos, se acabó la felicidad. Al perder un partido ruedan cabezas, al ganarlo, el líder es llevado a hombros y el resto del equipo pasa desapercibido. Los adultos se comportan como críos y luego les extraña que los críos se comporten como adultos. ¿Tal vez deberíamos plantearnos jugar un partido como un equipo de niños tan auténticos como felices?