1 feb 2009

El lobo que no sabía hacerse el muerto.


Y aquí está lo prometido, al menos el 50% de lo prometido, el otro texto tardaré más en escribirlo.
Desgraciadamente y como pensaba, no he superado las 10 hojas, así que tendre que cargar aun más la historia (¿Algún consejo?). La cosa está en 9 hojas y media. Se que el texto presenta un fallo caracteristico en mí, no puedo evitarlo y es que voy alterando el tiempo en que esta escrito el texto, alternando el pasado con el presente. El texto debe estar escrito todo en presente, pero ya lo corregiré lo importante es el argumento, así que opiniones. Solo pido una cosa, total y absoluta sinceridad, soy un lobo, no me voy a molestar ni enfadar con vosotras por que hagais criticas negativas, al contrario os daré las gracias.


El lobo no sabe hacerse el muerto...

Un día gris como cualquier otro. En la ciudad de los perros, monotonía alrededor del lobo. Alrededor, contempla a sus hermanos, los perros. Todos los perros siguen un camino establecido, todos los perros avanzan cabizbajos hacia el trabajo, incluso de lunes a domingo. El lobo contempla a un perro aparentemente sano, que corre raudo entre los demás, tiene prisa por llegar al trabajo. Se juega un ascenso, pero, ya a lo lejos, su corazón tira la toalla. El perro aprieta fuertemente los dientes ante el dolor y cae bruscamente sobre el frío asfalto, ante la inmutabilidad del resto de perros. El estrés ha sido más fuerte que él, exhala su último suspiro mientras un pensamiento cruza su mente “Qué cerca he estado de conseguir la felicidad.”. El lobo gira la cabeza y observa a un perro viejo que se arrastra, lastimosamente, calle arriba para hurgar en cubos de basura, para encontrar su tesoro, un poco de comida. Cierra los ojos y suspira, no encuentra nada. Finalmente el frío, el hambre y el abatimiento hacen mella en el magullado cuerpo del perro que se recuesta en un portal con un último esfuerzo y muere, solo, sin nadie a su alrededor. El lobo sigue su camino, gira la esquina y contempla una pelea entre dos perros callejeros, luchan por la comida, por sobrevivir. Uno de los perros muerde el cuello del otro, hasta doblegarlo y volcarlo en un charco de sangre. El perro muere sin poder ni siquiera suplicar por su vida. El perro saborea el trofeo ganado a pulso, pero un perro encargado de la seguridad que pasaba por allí, al ver el panorama, se lanza contra el perro victorioso y lo asesina injustamente. Dos perros callejeros mueren en el silencio de la noche. Gruñidos de odio y quejidos de miedo hicieron que el lobo levantase la mirada y viese a trabes de una ventana como un perro mordía sin compasión a su compañera. Un último quejido de miedo e incomprensión se ahogan en la noche. Noche delicada, que se ha cobrado otra victima. El lobo no cesa su marcha, escucha como ladran perros por todas partes, unos para defender su territorio ante desconocidos, otros por miedo y desesperación. Dos cachorros de perros pasan correteando por delante del lobo y se meten en un callejón bastante sucio. Uno de los cachorros empuja al otro, es tan solo un juego, pero este cae sobre la fría aguja de una jeringa infectada. Alaridos de un cachorro dolorido resuenan en el callejón, la herida sanará al día siguiente, pero un letal virus se cobrará su vida a las pocas semanas ¿El SIDA? En parte sí, pero el autentico virus se llama estupidez y es algo intrínseco en los perros. El lobo avanza, no puede detenerse, tiene que llegar a su destino. A su izquierda contempla una iglesia, miles de perros tan desesperados como hambrientos, rezan y piden a un ser superior que les de comida y les ayude a sobrevivir. Fuera un pobre y mugriento perro pide una limosna, por delante de él pasan miles de perros con la cabeza bien alta y con el estomago bien lleno, ni siquiera se percatan de su presencia. Un grupo de cachorros se entretienen humillando y mordiendo al perro moribundo, mientras sus padres rezan en la iglesia. El lobo niega con la cabeza, y piensa “Cuanta hipocresía.” El perro está a punto de atravesar la línea que separa la ciudad del suburbio. Un perro imponente, acompañado de su cachorro, se detiene en medio del camino del lobo, un pez gordo, el perro empuja al lobo, este gruñe. Pero el perro sigue su camino con la cabeza bien alta. El lobo se gira desafiante hacia el presuntuoso perro que se aleja pavoneándose. De repente de un callejón oscuro salen dos perros callejeros. Uno de ellos muerde el cuello del pez gordo, mientras el otro coge del pescuezo al cachorro. Ambos perros huyen con el trofeo, mientras el perro dolorido pide ayuda. Un perro muere y un cachorro será utilizado como mano de obra u otros menesteres en la periferia de la ciudad. El lobo siente el impulso irrefrenable de salvar al cachorro, pero los perros ya estaban demasiado lejos y el lobo no podía perder más tiempo, tiene que descubrir cual es el motivo del extraño comportamiento en los perros. El lobo siente una necesidad innata en él, encontrar la felicidad, y sabe que en aquella ciudad no va a encontrarla jamás y menos aun en la periferia. Una brisa de viento hace que, instintivamente, eleve la cabeza hacia el cielo. La contaminación lumínica le impide ver las estrellas, una nube de polución avanza lentamente por el cielo nocturno, una radiante luna parece asomarse temerosa por una de las esquinas de la mortal nube. El lobo se queda contemplándola unos segundos, hipnotizado, piensa “Pobres perros, andan cabizbajos y por eso no pueden ver la belleza de la luna. Por eso nunca lograrán ser felices. Siento que estoy avanzando en mi búsqueda de la felicidad.”. El lobo corre veloz, movido por la vitalidad que la contemplación de la luna le ha brindado. Una niebla escondía el final de la calle, lo cual hizo que el lobo aminorase la marcha, dentro de la niebla el lobo solo era capaz de ver lo que sucedía a dos metros. De repente una extraña sensación de mareo empezó a aturdirlo, en su campo de visión apareció un perro que avanzaba dando tumbos. El perro se detuvo delante del lobo, con los ojos achinados, empezó a toser, escupiendo sangre, y finalmente cayó hacia un lado produciendo un sonoro golpe. Entonces el lobo empezó a correr como alma que lleva el diablo, tratando de respirar solo lo necesario. Aquella aparente niebla era en realidad el escape tóxico de alguna de las fábricas de la periferia de la ciudad. Empezaba a ver borroso, asustado y sin saber hacia donde correr golpeaba su lomo contra la pared para tomarla como referencia mientras corría presa del pánico. Se alivia al respirar una bocanada de aire pútrido procedente de unos contenedores rebosantes de basura. Por fin ha dejado atrás la nube tóxica, a salvo pero muy debilitado sigue luchando por seguir adelante. Tambaleándose, seguía adelante, sus pies le parecían pesar más de lo normal fruto de la debilidad. Se tumba en el suelo, sin fuerzas. A lo lejos, en un cobertizo, contempla a un par de perras que vendían sus cuerpos a cambio de comida. Una de ellas le resultaba hermosa, era una perra callejera, pero tenía rasgos de lobo. Tendido en el suelo fija la mirada en ella, el frío pronto se cobrará otra victima, por eso antes de despedirse de aquella vida de perros quiere guardar en la retina la imagen de aquella perra callejera que lo miraba desde la lejanía con cara de lástima. El lobo sonríe, sus parpados se cierran, empujando una lágrima que empieza a helarse…
Una chispa en el inconsciente, el lobo está despierto, pero le cuesta abrir los ojos. Habrán pasado cuatro horas, desde que cayó al suelo, se siente mejor, pero nota una considerable presión en el lomo. Detecta el frío y el viento en el hocico, pero el resto de su cuerpo se mantiene en una temperatura idonea. Intenta moverse, de repente el peso que oprimía su lomo cesa. Abre los ojos, se levanta lentamente, se gira para comprobar que era aquello que le había salvado la vida, la sorpresa le hiela el cuerpo. Se trataba de la perra que le observaba en la lejanía, parecía muy debilitada a causa del frío. El lobo inicia el dialogo:
–¿Tú?...¿Por qué?...
–Supongo que me diste pena…– La perra sonríe mientras flexiona una pata ante la flaqueza, el lobo corre a ayudarla. Dejando que esta se apoye en su lomo. Ambos avanzan hacia el refugio acondicionado por una humilde hoguera. El lobo impresionado por la actuación de la perra vuelve a pronunciar palabra:
–Has arriesgado tu vida para salvarme ¿Por qué?
–Bueno, no podía arrastrarte hasta el refugio, no soy muy fuerte y mi compañera terminaba su turno y no quería ayudarme la muy perra. No quiero que vuelvas a preguntarme el porqué lo hice… Mira, cuando una siente que su vida no sirve de nada, le da igual arriesgarla por salvar la de otro.
–A mí también me pasaba lo mismo, estaba arto de esta vida de perros y me propuse buscar una nueva vida, aunque la tontería casi me cuesta la vida. Menos mal que estabas ahí para salvarme.– Le lanza una sonrisa a la perra y esta se la devuelve. Terminan de recuperar fuerzas al lado del fuego.
–¿Crees que en verdad sirve de algo ir en busca de la felicidad? Creo que estas perdiendo el tiempo.– El lobo agacha la cabeza, se entristece al pensar que tal vez todo sea una perdida de tiempo. Pero la levanta, ve la luna, está a punto de desaparecer entre las casas, empieza a amanecer.
–Levanta la cabeza, mira la luna, en esta ciudad nos pasamos la vida cabizbajos o con la mirada puesta en el de adelante. Es imposible que recordemos como es la luna si nunca la hemos visto. Lo mismo ocurre con la felicidad, algo falla en esta ciudad, algo les impide a los perros ser felices. Mi misión es encontrar que es lo que nos esclaviza. Para verlo todo desde otra perspectiva, decidí ir a aquella montaña…– el lobo señala con su hocico la montaña más alta de una imponente cordillera que abrazaba a la ciudad en un semicírculo.
–Estas loco, morirás antes de alcanzar la cima. Aunque no este muy lejos, necesitarás comida, anda toma… –la perra saca de detrás de un cubo de basura un gran trozo de carne en un estado no muy apetecible, pero comida al fin y al cabo– come, necesitas fuerzas si pretendes llegar. No te preocupes tengo más para mí ahí detrás.
El lobo acepta la comida de buen grado, estaba hambriento. No deja de preguntarse el porque aquella perra se portaba tan bien con él. De todos los perros y perras con las que se había cruzado, era la única que le trataba con amabilidad, era la única que se había preocupado por él. El lobo empieza a comer como un desesperado sin dejar de pensar, piensa en quedarse con ella y abandonar su estúpida búsqueda. Al fin y al cabo podía ser feliz junto a ella, pero él lobo era ambicioso, quería lo mejor para ella y sabía que si aquella ciudad seguía igual, ambos morirían pronto, morirían como perros. El lobo recuerda todos los perros que han muerto esa misma noche, no quiere ese final para él y mucho menos para ella. Era hora de marchar, de arriesgarse a buscar una vida mejor, por amor. Termina de comer, le da la espalda a la perra y le dice mientras avanza lentamente
–Gracias por todo, te llamaré cuando encuentre la felicidad.
No quiere decir adiós, no quiere mostrarle sus sentimientos por miedo a que estos le retuviesen en aquella ciudad. Un gemido de tristeza hace que le cueste muchísimo seguir su marcha, la perra no quiere que marche, finalmente no puede más y se gira. Ella estaba preocupada, tiritando, se sentía mal, pensaba que él no la quería. Él se da cuenta de su error, ella se había portado tan bien con él y él ni siquiera se lo agradece debidamente. No obstante, sabe que si vuelve con ella, no volverá a separarse jamás de su lado. Le lanza una mirada enternecedora desde la lejanía. Ella capta el mensaje de aquella mirada, la mirada le dice “Te quiero.”. Ella le sonríe, él sonríe y se aleja rápidamente sin mirar atrás. Por fin consigue atravesar la frontera, entre la ciudad y la libertad, se encuentra ante la imponente montaña. Nadie puede detenerle, empieza a subir la montaña por la ladera, sin apartar su mirada de la ciudad a medida que asciende. A medio camino, contempla una figura de apariencia humana en lo alto, sea lo que sea, puede estar relacionada con el sufrimiento de la ciudad. Avanza más rápido todavía, a su izquierda el sol empezaba a salir por el horizonte, a su derecha la luna empezaba a esconderse. A medida que subía, el cansancio, el frío y la falta de oxigeno refrenaban su énfasis en alcanzar la cima. Agotado alcanza la cima y se postra al lado de aquella figura humana que miraba con rostro serio la ciudad de los perros. Se trataba de un joven, vestido con traje negro que contrastaba con la blancura de la nieve del suelo y la de su camisa bordada con dragones de oro, una capa negra aterciopelada y desgarrada por los bajos ondeaba al viento. Una cadena de oro se escabulle en el bolsillo derecho de la chaqueta para unirse a un reloj de oro con incrustaciones de diamantes, tecnología selecta, que el lobo no podía ver pero intuía. Una corona de oro parecía desentonar, pero acompañaba al bastón bañado en platino que se encontraba firmemente incrustado en la nieve y sobre el cual se apoyaba su mano derecha arropada por un guante de seda blanco. Del cuello le colgaba una fina cadena de plata que sujetaba una medalla sobre la cual estaban grabados los símbolos de varias religiones. El viento cambia de dirección rápidamente, la capa se sacude violentamente y deja visible una espada envainada. El lobo centró la mirada en la funda de la espada, era de color negro metalizado, la escasa luz del sol hacia relucir los acabados en dorado. “Un personaje pintoresco” pensó el lobo. El lobo, con total serenidad, se coloca entre el humano y el acantilado y le pregunta: –¿Eres tú quien gobierna a los perros? –El rostro inexpresivo del ser humano permanece inalterable, responde sin apartar su mirada de la ciudad.
–Te equivocas, no soy yo quien los controla, son ellos quienes decidieron vivir como esclavos, como chuchos inmundos…
El lobo agacha la cabeza, echa hacia atrás las orejas, empieza a gruñir y se prepara para atacar. El inalterable joven es consciente del peligro que corre, pero sin ni siquiera mover un dedo y mirando de reojo, con desprecio al lobo, le dice:
–Ni lo intentes, no serviría de nada, aunque me matases, no conseguirías su libertad. No vas a poder cambiar nada. Hazte el muerto…
El lobo no le quita el ojo de encima, sigue tenso, desafiante, responde:
–Yo soy un lobo, no se hacerme el muerto, no he nacido para ello…
El joven sonríe, fija su mirada a la del lobo moviendo levemente la cabeza:
–Lo se, por eso estas aquí. Mira, antaño, ellos eran como tú. Vivian libres, nadie les obligaba a nada, eran lobos. Pero ahora… Ahora tan solo son chuchos, que no pueden dejar de seguirme y adorarme. Recuerdo muy bien como empezó todo. Ellos eran libres, vivían la vida, eran felices. Pero la ambición y la comodidad que yo les podía proporcionar, les hizo cambiar. Fue entonces cuando se convirtieron en perros, pero yo no tuve la culpa, fueron ellos quienes me buscaron. Ahora se pasan la vida a mi lado, sin atreverse a vivir su vida, viven la vida que yo les ofrezco, se hacen los muertos. Soy yo quien dice cuando han de dormir, cuando han de trabajar, cuando pueden salir a pasear, soy yo quien rige sus vidas. Están tan encantados con someterse a mi poder, que da igual que les golpee o les castigue, ellos siguen alabándome, son patéticos…
El lobo se giró para ver una vez más la ciudad, contempló una ciudad de perros muertos o moribundos, recordó las muertes que le impulsaron a enfrentarse a su dueño, recordó a la perra que le ayudó y se entristeció al pensar que tal vez la muerte la habría tocado con su fría mano. Una lágrima ahoga el sentimiento, el lobo se vuelve hacia el ser humano para responderle.
–No quiero volver a esa ciudad, aunque vuelva nunca estaré bajo tu control ¿Cuál es mi sitio?
–Amigo, tú te has ganado el paraíso. Si no sabes hacerte el muerto lo único que puedes hacer es vivir. Al otro lado de la montaña te espera el paraíso, vive. En cambio mira a esos pobres perros, toda la vida siguiéndome, fingiendo hallar el bienestar en mi regazo y siguen tan muertos como siempre. Pensaron que yo les abriría las puertas del paraíso, pero solo aquellos que persiguen la entrada al paraíso por encima de mí, merecen ganárselo. Tú has preferido soñar despierto que vivir muerto. Enhorabuena, te lo has ganado. Adelante, contempla tu nueva vida de ensueño…
El lobo, se acerca al otro lado de la montaña, no podía creer lo que estaba viendo. Un inmenso valle, cubierto de hierba bañada por el sol que empezaba a asomarse perezosamente desde el horizonte. Lagos de agua resplandeciente, bosques en los que perderse, un mar, una inmensa playa, ríos, naturaleza en estado puro. El lobo baja la cabeza, entristecido vuelve a colocarse delante del joven. El joven se sorprende, el lobo niega con la cabeza e informa al arrogante joven.
–¿De qué me sirve el paraíso, si no tengo a nadie con quien compartirlo?
El joven por fin alteró su postura, se agazapó ante el lobo, le sonrió y mientras le acariciaba el fino pelaje, le dijo:
–Eso es lo que tú te piensas, adelante, realiza la llamada como lobo y solo los lobos
sabrán responderte…
Acto seguido el lobo se acercó al precipicio, contempló la ciudad, contemplo la luna que empezaba a difuminarse en el cielo y aulló. Aulló como nunca antes lo había hecho. El aullido atravesó la ciudad y la dejó fría, en silencio. Miles de perros no tenían ni idea de que significaba aquel silencio, lo escuchaban atónitos, pero nadie entendía el porque de aquel extraño sonido. El lobo parecía haber volcado todo su espíritu en aquel aullido, se sentía bien, confiaba en que ella escucharía su llamada. Silencio… Tras unos segundos de silencio, un aullido pareció ser el eco del primero, procedía de la periferia de la ciudad. El lobo se alegró volvió a aullar y la respuesta sonaba cada vez más cerca. Finalmente el lobo vio aparecer a una perra, una perra convertida en loba, que subía a toda velocidad por la ladera. El lobo la esperaba henchido de felicidad, la loba se abalanzó sobre él y ambos rodaron por la fría nieve. Eran, por fin, felices y tenían una vida por delante de la que disfrutar siendo libres. El joven sonrió, parecía tener envidia de los dos amantes, se pronunció:
–Acercaros a contemplar el paraiso– ambos amantes se acercan y se quedan hipnotizados por la belleza de sus nuevas vidas, se miran a los ojos. El sol les ilumina, calidamente les da la bienvenida al paraíso. Dos bestias se enamoran ante un sol esperanzador, por fin se sienten vivos, lágrimas de felicidad salen de sus ojos– Enhorabuena, sois Adán y Eva y eso es vuestro paraíso, una vida totalmente libre os aguarda. Os pido un par de cosas. Por favor, esta vez no lo estropeéis, mantenedme al margen, que el poder no corrompa vuestras conciencias, vuestra libertad, vuestra felicidad. La vida en el paraíso tampoco será perfecta, habrá momentos buenos y momentos malos, pero, chicos, así es la vida. Lo que no os destruya os hará más fuertes, pero no entreguéis vuestras vidas a ningún ser superior, por muy mal que os vaya. La segunda cosa que quiero, es que entendáis una ecuación que os garantizará felicidad incluso en momentos duros. Ahora cada uno de vosotros y de vuestros descendientes controlará su vida. Ese control les dará libertad para elegir lo que realmente quieren hacer y que función quieren desempeñar en la manada. Esa libertad hará que cualquier trabajo les proporcione una satisfacción, felicidad. El aumento de felicidad mejora vuestro estado emocional, seréis más cariñosos, más pacíficos. El
aumento del estado emocional positivo, mejorará vuestra salud, se eliminará el estrés. La mejora de la salud, mejorará vuestra belleza. Como veis, si esa ecuación se cumple a rajatabla, con solo vivir vuestras vidas, conseguiréis muchísimas ventajas. Es vuestro trabajo educar a vuestra descendencia bajo el amparo de esta magnifica ecuación, la ecuación de la vida. Es imprescindible que les deis valores como la generosidad, que aprendan que el bienestar de la manada, hará que ellos sean felices. Recordad vuestra historia, ella te ayudó, arriesgo su vida por ti. Eso te hizo feliz, cuando por fin conseguiste lo que querías, quisiste devolverle el favor, por eso ahora sois dos los que estáis felices, incluso tú estas mucho más feliz que si hubieses conseguido entrar en el paraíso, solo. Ahí reside la clave del éxito, la que garantiza que la ecuación de la vida se cumpla, el amor. El amor y todos sus derivados, la amistad, la generosidad, la fraternidad. Apostad por esos valores y ganareis. Mientras tanto vuestros vecinos siguen apostando por el poder para ser felices. El poder y sus derivados, la avaricia, la codicia, el odio. Lo mismo les pasa con la inteligencia, pues me la han vendido. Ellos creen que para ser inteligentes, es necesario ser alguien frío y calculador, alguien encerrado en si mismo, que no acepte criticas ni opiniones. En cambio vosotros sabéis que las emociones son las que os vuelven inteligentes. Tú, no dudaste a la hora de contarle cuales eran tus propósitos a ella, ella no dudo en dar su opinión, ambos compartisteis la inteligencia. Vosotros llegareis a ser mucho más inteligentes que vuestros compañeros, sin llegar a venderos a las comodidades que os ofrezco. Vosotros comentareis con todo el mundo lo aprendido para que todos puedan empaparse en los conocimientos y mejorarlos. Ellos seguirán escondiendo sus ideas por miedo a que se las roben, ellos están empeñados en conseguir el prestigio que solo yo puedo concederles. Vosotros estáis libres de eso, sabréis que a cada comentario, los vuestros se acercarán más a vosotros, proporcionándoos esa felicidad que tanto os merecéis. De las tres cosas que se creen fundamentales en la vida: El dinero, la salud y el amor. Solo el amor es el que nos garantiza la felicidad más duradera. El dinero, el poder, es solo un placebo, proporciona una aparente felicidad, pero desaparece rápidamente. La salud, bueno, como hemos el amor nos permite mantener la ecuación de la vida y en ella se encuentra la salud. No os quiero entretener más, una nueva vida os espera, adelante. Hasta nunca…

Ambos lobos asintieron y empezaron a correr montaña abajo, como niños pequeños que disfrutaban de la vida que tenían por delante. Tuvieron cachorros, vivieron felices. Incluso en momentos duros de invierno donde escaseaba la comida y el frío
hacia peligrar sus vidas, permanecieron juntos, permanecieron felices, sobreviviendo. En cambio en la ciudad de los perros daba igual si era invierno o verano, todos los días moría algún perro, por haberse entregado al poder y haber olvidado el amor.

Como veis, los lobos apostaron por tomar sus propias decisiones, apostaron por vivir sus vidas al margen del poder ¿Y usted, será capaz de cambiar de opinión?
Hay cosas que no se pueden enseñar en un libro, se tienen que vivir para entenderlas. El amor y la vida son dos de esas cosas. Mi propósito no era enseñar a la gente como debe vivir o amar, sino, animarles a hacerlo...

6 comentarios:

Ácrata dijo...

La verdad es que me ha encantado, has desarroyado una historia que conlleva amor, lucha y una muestra de la dependencia de poder que tiene la mayoría, has descrito lo más importante para llegar a ser felices y bueno, yo estoy completamente de acuerdo contigo. Por otro lado creo que es un texto un tanto polémico, verás, como sabes hay mucha gente que cree en un ser superior, que se basa en el poder y en el dinero como estratégia para ser feliz, y que se mostraría en desacuerdo con algunas cosas que has escrito... A saber si la mayoría del jurado es creyente y va a misa cada domingo, por ejemplo. Creo que es un poco arriesgado, pero quien no arriesga, no gana, además seguro que harías reflexionar a más de uno. A mí me ha parecido una historia preciosa, y respecto a los tiempos verbales... yo también los alterno mucho y siempre he de repasarlos. Quizás, si quieres aumentar el texto, podrías alargar la historia entre la perra y el lobo, no sé, que mantengan alguna conversación más y demuestren su parentesco respecto a sus opiniones... eso ya es cosa tuya, en fin, espero que te haya servido mi opinión. Un beso, yo voy a seguir con la crísis de 1917, que me muero de ganas y de emoción...

Ana dijo...

Pues no sé qué decirte, la verdad. El argumento es muy bueno, me ha gustado la idea de lobos y perros.
El principio me ha gustado mucho, me ha enganchado, pero luego, cuando habla con el "ser supremo", no me ha gustado tanto. Es una forma de arreglar el mundo en pocos minutos y me ha parecido demasiado surrealista, incluso para la literatura.
También pienso igual que Lorena, quizá demasiado polémico.
Desde luego, cualquiera que lo lea inevitablemente tendrá que reflexionar después. Si es eso lo que buscas, enhorabuena :D
Espero servir de un poco de ayuda jeje.
Un besito.

cuenk dijo...

Antes que nada, daros las gracias por los comentarios, no esperaba menos.

A L.: Creo que se podría, ampliar la historia de amor, me ha quedado un poco sosa. Tal vez debería darle un poco de guión a la perra.

A Ana: Se que la historia queda muy precipitada, que todo no es tan sencillo como pinta en el texto. Pero es un buen resumen de mi forma de ver el mundo. Obviamente no propongo que nos vayamos todos al pueblo y dejemos las ciudades vacías, aunque al resumirlo esa idea tiende a dar a entender eso. En realidad se trata de alejarse del poder, pero no es un camino tan bonito, ni tan rápido como el que se refleja en el texto. Se lo que quieres decir y tienes razón, pero para explicarlo todo necesitaría más de veinte hojas. Por cierto, sí, mi intención era no dejar indiferente a todo el que lo leyese.

A las dos: No es mi intención molestar a nadie, ni criticarlos, tan solo me dedico a exponer mi visión del mundo a través de una fabula. Entiendo que es un texto muy polémico para presentarlo a concurso, por eso he decidido no enviarlo a concurso. Este texto se queda aquí. Me pondré con el otro, que como no se mete con el poder directamente, será menos polémico, a ver que tal sale. Muchas gracias y besos.

Ácrata dijo...

Acabo de escuchar una canción que creo que te va a gustar, bueno, quizás la conocerás, pero por si acaso te la dejo:
http://www.youtube.com/watch?v=029twW8FU50

cuenk dijo...

Ohh que recuerdos, fue una de las primeras canciones de hip hop a las que me aficioné. Gracias, me has hecho recordar. ¿Quieres que la ponga en la banda sonora?

Ácrata dijo...

Me alegro entonces.
A mí me gusta, he dado con ella por casualidad y me he acordado de ti. Por supuesto si te apetece ponerla me parecerá bien, jeje.